viernes, 22 de agosto de 2008

El amor es un concepto tan intrincado...

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... que solo sabe SER cuando nutre de felicidad




... o cuando duele soberbiamente.


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Hoy es la víspera de siempre. Da igual.
Hoy ha salido el sol por ese lugar,
por el que suele aparecer.

(Silvio Rodríguez)


viernes, 15 de agosto de 2008

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 14

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Para todo el Club de Fans de Yoh (una barra de inadaptados que dan lástima, sepanló) (si no existieran los Floggers, los Emos, los que escuchan Babasónicos y todos esos, ustedes serían los primeros en mi lista)…

… mañana es el cumple de Yoh.


(Dejenlé mensajes, no hay drama) (Pero avisen dónde retirar los regalos) (le gusta la ropa de hombre como de mi talle… jeje)


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Era obvio que esto iba a pasar...



Yoh: Blablablablabla

Yo: Blablablabla

Yoh: ….

Yo: ….

Yoh:

Yo: Ya llegamos al punto que, por simple exceso de tiempo compartido, nos contamos cosas que no nos importan en lo absoluto y no nos damos la más mínima atención al hablarnos...

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Yo no estaba participando de la conversación pero se me salió solita la frase…


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Yoh (diciéndole al Burguesito a cuento de una anécdota sobre su hijo): Pasa que vos no tenés muchos sentimientos…

Yo (de espaldas a ambos): Sí, tiene, pero son todos malos...


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No, nadie estaba hablando de nada. Cada uno estaba abstraído en su PC…

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Yoh (de golpe): ¡Este Tetris se pone cada vez más difícil!

Yo: Uhhmm... tus temas de conversación son cada vez más atrapantes... es casi palpable el escollo, la desesperación por superar el conflicto… la verdad, con una vida así de excitante ¡Deberías escribir una autobiografía!


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Y sí...
Feliz Cumple Yoh...

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lunes, 11 de agosto de 2008

Siempre duda sobre el crecimiento de las flores

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... quien las mira desde abajo...

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Niega su aroma al punto de detestar la posibilidad de la primavera.


Y las raíces que desea apagadas le queman su mezquindad, aun sin tocarlas.


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lunes, 4 de agosto de 2008

COOPERACIÓN SuStEnTaBlE

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No más que un intento de hacer prosa
un relato oral contado en forma excelsa
por el señor Néstor Ganduglia en el
Pre Foro de Memoria e Identidad 2008.
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La preocupación de los países “potencia” hacia el “tercer mundo” es tan clara como inquietante (y “potencia” permite acelerar y dejar atrás algo más de tres posiciones…).

Y hay experiencias terribles, nefastas y peligrosas…
… y hay… solo experiencias…


Cuentan que, en un acto de altruismo sin medidas… un equipo científico alemán se dedicó a estudiar intensivamente el ambiente del Sur de Colombia. Durante 5 años invirtieron tiempo, esfuerzo y conocimientos con el propósito de producir una forma de agricultura óptima, que desarrolle una inmejorable relación entre rendimiento y desarrollo sustentable. En pos de esa misión se destinó una más que considerable cantidad de millones de Euros (sobre todo puesta a consideración nuestra...).

Ya con el ensayo en mano, y previo llamado al gobierno local (casi una formalidad...), se realizó el viaje para llevar a cabo la experiencia.

Junto a los eruditos y directivos alemanes, se estableció un cuerpo de trabajo entero del viejo continente a convivir con la comunidad local colombiana.

Una vez ya superados los prólogos y presentaciones, se dio paso a la práctica compartida entre los pobladores colombianos y los expertos europeos.

Vale destacar que, siendo una comunidad básicamente indígena, los colombianos asimilaron rápidamente los conceptos expresados por los técnicos alemanes, más allá de diferencias en ciertas terminologías o interpretaciones.

Así mismo, la relación se dio sin rispideces.
Los férreos germanos no resultaron para nada parcos, y poco a poco se descubrieron como jocosos y de gran camaradería.
Y los humildes pobladores, tras ese aspecto cohibido, eran gente amable y risueña.
La disciplina alemana se llevaba muy bien con las prácticas propias de la gente del campo: el sol recién ascendía los primeros escalones del cielo y ya se contaban todas las manos a la obra.

Así, con trabajo y cooperación, con tolerancia y compromiso, se rehicieron terrenos, se modificaron campos, se implementaron técnicas de arado, siembra y riego, se probaron semillas y fertilizantes...

Así, con esfuerzo, dio frutos.
Así, con más esfuerzo, se hizo, se logró... mucho más.
Así, durante 4 largos años de manos ajadas se pusieron en práctica todas las ideas de 5 años de estudios.
Y, como pocas veces el mundo vio, durante 4 años convivieron dos culturas tan extrañas como extranjeras.

Para cuando la experiencia llegó a su fin, se realizó un gran festejo. Junto a lugareños, trabajadores, y científicos; se convocaron gobernadores, representantes, figuras de renombre y prensa de una y otra nacionalidad.
Mucha comida, mucha música. Toda la gracia latina. Toda la sofisticación germana. Y el buen clima era una amalgama.

Al día siguiente a la fiesta, se realizó una conferencia en una importante universidad cercana al pueblo.

Allí...
Dieron cátedra los científicos...
Expusieron los estadistas...
Informaron los expertos...
Y se jactaron algunos gobernantes...

Hacia el final, cerrando la ronda de preguntas del periodismo; la máxima autoridad del proyecto, un alemán canoso y de gesto noble, repartió agradecimientos.

El Alemán agradeció a su equipo.
Los germanos brindaron una vez más como quién respira aire y sonríe.

Luego agradeció a las autoridades locales. El intendente posó y se dibujó una sonrisa para las fotos tan naturalmente como si respirara.

También agradeció a la prensa por su presencia e interés. Más fotos, más sonrisas. Y, algunos brindis.

Finalmente, dirigió su gratificación al grupo de campesinos colombianos que se encontraban sentados a un costado del salón. Estos apenas sonrieron nerviosos, desacostumbrados a ese tipo de eventos.

¡Vamos, señores, digan alguna palabra, no sean tímidos, compañeros! dijo el alemán en un castellano más voluntarioso que logrado.

Uno de los hombres se levantó humildemente. Aclaró la garganta y sonrió. Sus rasgos indígenas y su piel morena volvieron a sorprender en contraste con las facciones del europeo. “Estamos muy agradecidos, señor” Luego hizo el silencio propio de las culturas nativas. Esos silencios que no indican final de enunciado, sino cuidadosa reflexión sobre las palabras a decir. Y siguió, siempre con voz serena pero enérgica, y con modestia y respeto innegables: “Permítame decirle que, en un principio, mi pueblo desconfiaba, pero, la verdad, la convivencia y el trabajo han resultado muy agradables. No tenemos más que palabras buenas para con ustedes”.

Todo el auditorio sentía el orgullo de los los alemanes (y de los gobernantes que aprovechaban la ocasión).

Cuando el germano levantó la copa para quebrar el silencio con un último brindis...

Pero... no lo tomen a mal, pero nosotros vamos a volver a sembrar como antes..., ¿sabe?”, Dijo el campesino.

Otra vez silencio.

Para el indígena era conclusión.

Para el resto desconcierto.

Para el directivo alemán, más, aun más.
Casi desesperante fue su balbuceo, entre ofuscado y mareado: “P... Pero... Si todo funcionó tan bien, y la experiencia fue tan buena... ¿?¿?¿?

El campesino colombiano interrumpió.
O no. Solo aprovecho el espacio que le dio ese cada vez más extenso silencio titubeante del europeo, que sonreía exaltado buscando en esas miradas morenas una mala broma.
Sí, señor, todo fue de maravillas. Por favor, no quiero que me mal entienda...” insistió el sudamericano.

Entonces, entre lo netamente político y los simplemente soberbio, una de las figuras del gobierno local tomó la palabra. Sonriendo bajo su bigotito castaño, se puso de pié, abotonó su saco de mediana calidad y se dirigió a los humildes aldeanos con gesto condescendiente: “Tal vez no nos estemos entendiendo... Con las técnicas innovadoras y científicas de cultivo ustedes pueden lograr abastecer con alimentos a su comunidad a perpetuidad... ¡y sin dañar el medio ambiente! ”. Ensanchó aun más su sonrisa y le echó una mirada cómplice y tranquilizadora al grupo de germanos.

El campesino elaboró una vez más ese silencio. Ese que suena a torpeza de pensamientos en la urbanidad. El mismo que no es más que profunda reflexión, y una búsqueda cuidadosa de las palabras.

Unos segundos después que el sosiego se vuelva desesperante en el auditorio, la voz indígena del hombre buscó su tono más modesto y sincero: “Queremos agradecer su trabajo y su buena voluntad durante estos 4 años. Pero sepa que mi pueblo ha trabajado estos campos durante miles de años, y nunca pasamos hambre, y mucho menos dañamos nuestra tierra... Si tienen tiempo le contamos como lo hacemos...



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