viernes, 26 de septiembre de 2008

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 15

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Podría ser una noche cualquiera, pero hablaba de su festejo de cumpleaños…



Yoh (hablando todo de corrido, con una total falta de respeto a cualquier norma semántica y desaprensión crónica a las sanas pausas para respirar): …y resulta que al boliche este entro gratis, y esta re bueno, y es canilla libre, y está re bueno; es un boliche gay, pero hay de todo…

Yo:
… ¿?

Yoh:
… y nos matamos de la risa cuando vamos; y hay un travesti -¿viste “La Barby”?- que me canta el “feliz cumple”, entonces había que hacer las reservas…

Yo:
¡Pará, pará, pará! ...¡¿Hay un travesti que se llama “La Barby”?!... ¡¿y te canta el feliz cumpleaños?!... ¿¡¿¡¿Y PORRRRRR QUÉ ESO ES BUENO?!?!?

Yoh (sigue de corrido, casi omitiendo mi pregunta):
...no sé, el tema es que, resulta que está chica NOMBREADEFINIR, que es lesbiana y trabaja ahí, y dice que está buenísimo, y hay un payaso…

Yo:
¿¡¿¡¿¡¿¡Un payaso!?!?!?!?.... ¡¡¡YOH, TU RELATO SE ESTÁ YENDO AL CARAJO!!!



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Hablando por teléfono…



Yoh: Hola… ¿hola?.... ¿hola?.... ¡¿hola?!



(gira hacía mí y se queja)
…UH, ESTOY HABLANDO CON EL CONTESTADOR…





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Y sí…

… no sé como hace para superarse…

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(lo de NOMBREADEFINIR no lo puse para salvaguardar la identidad de nadie... la verdad es que no le di mucha pelota al relato como para acordarme...)
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viernes, 12 de septiembre de 2008

Travesía

Me pidieron que escriba unas palabras para
el acto de entrega de diplomas a los egresados
del Profesorado de Ciencias Sociales.
Esto es lo que resulta cuando no hay una mejor opción...
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No soy más que intentos de enseñanza.

Pedazos.
Atisbos.
Principios.
Intentos.
Apenas pasos.

Pero no es poco.

Pasos son los que me han llevado hasta aquí, hasta este lugar, esta historia, este momento.

Pasos son los que he sangrado en las caídas. Pasos son los que retomé a rodillas raspadas.

Pasos son los que me llevaron a tomar el estandarte confuso de la educación.

A pies de plomo en la senda de la erudición, entre laberintos que juegan al error y a la certeza.

El sesgo de la experiencia acrecienta pesares del esfuerzo. De esta odisea de hacerse a la mar sin miedo a la tempestad. Y, a veces, en un arrebato de coraje uno se cree digno de enfrentar la tormenta de un aula… y encuentra algo aun peor.
La sequía…. Lo inerme del abandono.

Renace la certeza.
O debe hacerlo.

Porque, lo cierto es que se agiganta la empresa cuando el brote no se ahoga en conocimientos, sino que sufre la sed y la desidia.

Claro… todo es poco… porque todo a mi alrededor se cubre de máscaras.

Y allí, justo en ese cruce temerario entre el caos y el afán…

Allí…

Allí reaparecen mis pasos.

Que no son poco.

Son pasos de tolerancia.
Son pasos de justicia.
Son pasos de cultura.
Son pasos de historia, de sangre, de patria...

Son pasos necesarios.


Y en cada paso fijo la mirada y veo, no solo al docente que quiero ser…

… Veo al mundo que debo lograr.


Ya no son pasos…

Lo mío es hacer camino.
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martes, 9 de septiembre de 2008

Cuando cuestionan mis argumentos...

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... reviso mis razones,
luego los argumentos del otro,
luego las razones del otro;
y luego mis argumentos.
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Inconcientemente, contundentemente,
instintivamente y necesariamente.
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El hombre superior no discute ni se pelea con nadie. Sólo discute cuando es preciso aclarar alguna cosa, pero aún entonces cede el primer lugar a su antagonista vencido y sube con él a la sala; terminada la discusión, bebe con su contrincante en señal de paz. Estas son las únicas discusiones del hombre superior.
--Confucio--

martes, 2 de septiembre de 2008

Desde el aire

Escrito en una noche dónde la bella poesía
de Irupé casi transformó a este cuento en
un robo de sus versos.
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Florencia se recuesta sobre sus manos. Su cabeza ladeada mira la dulzura en forma horizontal. Frente a ella, el pequeño osito de peluche celeste sentado en el viejo escritorio la observa sereno. Sereno, pero no inmutable. Al contrario, en esos ojos marrones y brillantes se dibuja la sonrisa de Florencia de tal forma que en su pecho de suave relleno el tiempo aprendió a amar como suspendido en el aire. Como la flor del lirolay.

Florencia, sin despegar la caricia delicada de sus mejillas y sus manos, asciende con sus ojos por el cuerpecito del osito. Y el osito no puede reaccionar, perdido como está en la brillante melena azabache de la joven.

El gato entra al cuarto como la brisa de la mañana. Como una promesa y con algo de gotitas en las pisadas. Igual que la brisa, no pide permiso. Igual que la brisa, tan natural y mansamente que el permiso es puro cuento. Su gris cuerpo rechoncho solo se ve interrumpido por esa mancha negra que se descuelga de una de sus patas traseras. Si bien el camino desde el umbral hasta el escritorio es recorrido por el felino como lo hace un soberano por sus jardines reales; hace menos ruido que un secreto. Como un rumor ligero, brinca sobre el escritorio. Se posa en el efímero espacio de una pestaña de la cara de la muchacha. Florencia no se asusta ni sorprende por su aparición repentina. Ya lo dije: ese gato es como la brisa. El osito celeste aun no regresa de su paseo por cada cabello como para poder atender al minino.

Por esas cosas tontas de la vida, Florencia sonríe como si llegaran años de primavera. Claro que, ¿Quién soy yo para calificar de tonta a una sonrisa? Sepan perdonar; es producto de mi propia limitación: yo podría pasarme mirando gatos grises con-mancha-negra y ositos celestes toda la tarde sin encontrarles gracia alguna.

Pero Florencia sonríe. Claro ella puede ver más allá.
Creo que por eso la amo.
Porque yo ando trepando árboles para que mi alma tome altura persiguiendo el esmero de mi cuerpo entre las ramas.
Y ella vuela con la cabeza recostada sobre su viejo escritorio.

Me afirmo sobre el viejo nogal y voy más allá del intervalo de luz que me deja ver por la ventana del cuarto…

Casi puedo ver sus sueños…

Figuras doradas que bailan con algodones.
Cientos de naipes descontrolados de ronda en ronda alrededor del Gato de Cheshire.
Un enorme ent agita su cuerpo de caldén bajo la noche diminuta.
Sonidos de una quena Inca que son más historia que pasado.
Alas de águila hechas zamba.

Casi puedo ver…

Casi pierdo el equilibrio intentando robarme más.
Así son los sueños. Agitados. Aun en la calma.
Cuando recobro la seguridad aferrado a la madera… ella me observa.
Florencia ríe desde la ventana. Ríe en sus mejillas.
Estas grande para andar trepando a los árboles” me dice, más como un empujón cómplice que como una verdad nostálgica.
Acepto el juego con una sonrisa.
Con lo que me queda de coraje, arriesgo mi último gramo de orgullo en un salto hasta el suelo.
Salió bien. La miro de reojo, sigue sonriendo.
Ya bajo” me dice antes de desaparecer dentro del cuarto.
Me doy cuenta que estoy fingiendo. Nada grave, pero me duelen las plantas de los pies.

El viento dibuja canciones haciendo irreal la espera.
Mi propia memoria es un verso triste. Y me parece que no rima.
Pero su sola presencia llena de flores el aire.

Tengo una herida de cielos abiertos, no se sostiene ya
tanto misterio. Son casi unos versos, son casi silencios. Soy casi una herida de
cielos abiertos.


El viento calla cuando ella aparece, graciosa desliza su figura por el jardín. Una guitarra la sigue como las alas del ángel.

Pierdo el mapa de las soledades y me encuentro en sus ojos.
Te duelen los pies, ¿no?me dice al tiempo que me deja un beso.
Para nada, para nada”, miento. Y ella lo sabe.

Algo parecido a la felicidad confundirá a la tarde con la noche, al sueño con el calor, a las manos con los abrazos, a lo eterno con las flores.
Así, entre bagualas y vidalas que se escurrirán de la guitarra de Florencia, mi alma se olvidará de los árboles cundo las fantasías que casi suelo ver levanten aun más vuelo.

Cuando la noche se encuentre acomodada junto al fuego para que Florencia siga cantando historias, volveré a amarla por su sonrisa que calla al viento. Por sus alas de melodía.

Florencia se vuelve perfume.
Se suspende en el aire, en el tiempo, en mi pecho.
Como la flor del Lirolay.

Para cuando la canción se consuma por el amanecer, el gato gris con-una-mancha-negra se habrá dormido sobre el osito celeste.
Sereno como la brisa.

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