jueves, 31 de diciembre de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 24

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Feliz fin de año.
Mejor comienzo.

Y para los que decían "no veo la hora de que termine el año"...

...espero ansioso sus mails del 2 de Enero contandomé qué demonios cambió...

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Yo aprovechaba la paz que daba la ausencia de jefe y el trance de Facebook de Yoh para leer una novela...


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Yoh: (interrumpiendo esa paz) Che, ¿dónde está el teléfono?

Yo: No sé (aunque por la bola que le dí, bien podría tenerlo adelante)

Yoh: Hace mucho que no leo yo...

Yo: (con tono taciturno y lejano) No me sorprende

Yoh: ¿Por qué tenés esa cara de mierda?

Yo: ¿Será la percepción de tu presencia lo que...

Yoh: (Interrumpiendo mi genial sarcasmo) Hoy mi hija pisó mierda y se subio al remis y lleno el auto de mierda.

Yo: (bajando mi libro y mirándola con fastidio): Ajhá... ¿Y A MÍ QUÉ?

Yoh: (presa de una emoción injustificada) ¡¡Uuuhhhh, jugale al 71!!

Yo: ... (¿"jugale"?)

Yoh: Hay que jugarle, es la mierda.

Yo: (Retomando la lectura) Es asombrosa la habilidad que tenés para pasar de tema en tema y que cada uno de ellos me interese taaaaan poco...


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Su vida está llena de pequeñas incoherencias...


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Yoh: Che, tenés el teléfono de... (y no sé que miércoles dijo)

Yo: ¿De quién?

Yoh: El teléfono de... (y ahora la escuché pero me sonó completamente desconocido)

Yo: (Abriendo la agenda de la empresa) No me suena... ¿Es un cliente o un proveedor?

Yoh: Nooo... (y empieza a revolver su cartera)

Yo: (la observo con una sensación que no me gusta)

Yoh: (continua con afanoso esmero y concentración) ... es un teléfono que me pasó una vecina para mí, me lo traje en un papel y no sé dónde lo puse....


.....


Y sí.

Juro que no entiendo.

Posta.

No hay cohesión que comande sus pensamientos.


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sábado, 12 de diciembre de 2009

No todo lo que se cuenta...


...es cierto.





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Pero todos los cuentos esconden algunas verdades

(al menos).






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"Perdido en las cerrasones,

quién sabe, vidita, por dónde andaré..."

Atahualpa Yupanqui
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miércoles, 9 de diciembre de 2009

¿Mejor o peor?

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Hay quienes son como son por el papel que desempeñan (por azar, arbitrio o elección).

Hay quienes desempeñan uno u otro papel por ser como son (por merecimiento, por empeño...)


(... porque así tiene que ser).



"Serás lo que debas ser..."
Don José de San Martín, prócer, libertador, idealista. EJEMPLO.

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(Y no disculpen nada la obviedad)
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lunes, 30 de noviembre de 2009

Los buenos términos

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Él estaba convencido de sus planteos. Todos sabían de su afán por las discusiones.

Él creía en la ilustración como camino, él por eso lo intentaba, por eso seguía, y por eso buscaba aun dónde le decían que cierre la boca. Todos pensaban que lo hacía por ser un jodido con exceso de ego. También tenían razón. También.

La situación se puso tensa, el aire pareció una barrera de vidrio sucio. El gigantesco edificio de la facultad tuvo un retorcijón en ese aula del tercer piso. Pero es un organismo habituado a ignorar ciertos dolores.

El profesor a cargo de la cátedra aclaró la garganta y habló con desprecio. “El tonito que usted usa es irrespetuoso y le informo que, con casi 20 años en esta institución, no voy a perder mi tiempo en responderle”.

Él sabía que el respeto pasaba por otras cuestiones, y entre ellas, debía estar el merecerlo. “Si se quiere, mi pregunta podrá resultarle incómoda, difícil, esquiva, pero no por eso es irrespetuosa. Le pido por favor, antes de proseguir el tema, entonces, me puntualice en qué forma le falto el respeto

Veo que tiene limitaciones para entender consignas: La conversación terminó” Como si necesitara romperese algo ya roto.

Si me permite, reconocer las limitaciones es el primer paso para comenzar a terminar con la soberbia…luego, usted puede matarse y así terminamos definitivamente con el problema

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Claro, habrá que rendir en otra cátedra.

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"Pesa las opiniones, no las
cuentes"
Séneca
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sábado, 14 de noviembre de 2009

Sobre la universalidad y la sobrevivencia

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El amigo y caballero Lucas, trajo a cuento este artículo.

http://www.elmangodelhacha.com.ar/revista138/revista138nota2.htm

(sí, si quieren seguir, pasen y leanló)

Y yo dije que...

En una primera leída el artículo es certero desde lo conceptual y etimológico (y, se sabe, eso me apasiona). En cuanto al plano social/político, ya pierde algo de fuerza (sin que por ello se vuelva una argumentación débil) al apoyarse más en las primeras cuestiones planteadas que en el contexto real de debate.

Cierto, es una asignación que lejos está de ser "universal". ¿Mi opinión?. Nunca puedo ser breve en estas cosas así como no puedo festejar asistencialismo sin medidas de fondo. Odio el acostumbramiento (ya generacional) a la "limosna" (peor si es del Gobierno).

Claro que, sí festejo todo intento de mejora en la calidad de vida de los jóvenes... pero dudo que esto lo sea. Ese dinero se malogra entre pobre gente pobre (y, por supuesto, aquí el espectro es amplio), punteros nefastos, y otros siniestros personajes que, para peor, sólo suelen ser los de turno.

No ataco -como otros- la "aceptación" indirecta (o ni tanto) del "trabajo informal" (lindo término) que hace el Gobierno, ya que su existencia es tal, y en esa consideración debe empezar a trabajarse (paradojico resulta esto).

Sí golpeo duramente... la falta de trabajo sobre el trabajo...

El hijo del operario que no figura en el Anses necesita ser protegido. Ahí acierta el gobierno en no pedirle ni siquiera el número de CUIL (aunque algo, siempre debe pedir, aunque más no sea por las formas) (y está bien). Pero yerra feo en pensar que es ayudar dar dinero y no generar oportunidades de trabajo ("formal") y educación, para que el billete sea moneda de CAMBIO -en el sentido más abarcativo del término- y no cospel de subsistencia.
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El medio más seguro de impedir
las revoluciones es evitar las causas
Francis Bacon



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(y el resto ya lo diré, porque el debate debe seguir)

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viernes, 6 de noviembre de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 23

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Esta semana Yoh fue mamá otra vez...

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Yo (por mensaje de texto): "Quiero que sepas que el Consejo de Seguridad de la ONU se opone terminantemente a la reproducción de tus genes. Igual, felicitaciones"




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Y, unos días después, hablamos por teléfono...
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Yoh: Blablablabla bla bla más blablabla

Yo: Bla (soy medio corto por teléfono)

Yoh: Es hermosa, tenés que conocerla.

Yo: Como si no me alcanzara con conocerte a vos...

Yoh: En serio, estúpido. Es re linda.

Yo: Bueno, después paso así la conozco a Turbia

Yoh: ¡No se llama así!

Yo: Bueno, Oscura.

Yoh: ¡Que no se llama Oscura!

Yo: Negra... Parda.... Opaca....

Yoh: ¡Nooooooo!

Yo: Er... ¿Sucia?

Yoh: ¡MORENA! ¡MO RE NA!

Yo: Bueno, eso.

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Y sí.

Va a ser un problema: Cuando está feliz es más insoportable...

...pero lo prefiero así.

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miércoles, 28 de octubre de 2009

Perdidas, pérdidas, excusas

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Desparramado sobre la barra de un bar de mala muerte (tal vez el derecho de admisión me sea esquivo) pedía otra ronda un hombre de mediana edad y mediana mala suerte. Las horas de alcohol que sobrevinieron a las de oficina dejaron en despojos de corrección a su postura y su traje. Apenas balbuceaba algunos sollozos, tantos como su limitado estado permitía interpretar.
Su ebriedad en las noches, así como su trabajo durante el día, una y otra vez desde hace tiempo eran una búsqueda de estupor que escape a la agonía de los anhelos.

Bebía, lloraba y volvía a beber, siempre a voz ahogada. Siempre con el pecho partido por ausencias que no dejaban de prolongarse...

Más allá, en la mesa más oscura del mismo bar de mala muerte (y ya estoy probando que tan bien me sienta) una mujer de mala suerte sin edades arremetía sin piedad contra el contenido de una botella de bebida blanca.

Y se mentía al hacerlo. Tanto como se miente el color blanco en los bares de mala muerte.

Las ojeras de marcado llanto gastado dejaban un tono lúgubre y cínico a su mirada recia puesta en la nada.

Bebía, lloraba y volvía a beber, siempre sin lágrimas. Siempre con el gesto agobiado por presencias inoportunas que no dejaban de sucederse...

Y así, sin mirar, en un trago acabó con la batalla dejando el envase vacío y la borrachera desde el hígado hasta las sienes.

Y así, sin mirar, su frágil psiquis se derrumbó cuando tanteó el metal en su cartera.

Y así, como si se creyera invisible -y así lo es para quién no puede verse- sacó el viejo revólver y avanzó con risa pervertida entre las mesas salpicadas de cerveza, tabaco, tequila y vomitadas.

Ciertamente era invisible. Nadie reparó en ella hasta que le voló la nuca al hombre desparramado en la barra. No hubo espacio a siquiera un latido y ella manchó el techo con su propio desparramo.


Yo, debo decir, la ignoré cuando cruzó con el arma en alto por mi lado.
Cuando escuché el primer disparo a mis espaldas no pude conmoverme demasiado.



Cuando sonó el segundo estallido, aun no sé.
Y empecé a dudar del primero.



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miércoles, 7 de octubre de 2009

Esta obsesión de letras...

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No, la verbalización de sustantivos no es ajena a lo literario.



Más aun de los sustantivos abstractos, tal vez.


Pero el equilibrio entre flexibilidad terminológica en pos de una idea, clima o significado; y la barrabasada lingüística, es muy fino... y la cornisa suele tener un declive en un solo sentido...



La práctica será más la ilustración, la lectura, el compromiso... un libro es mejor que un cable de acero en estos casos.


Y, desde ya, considero que mucho tiene que ver en esta diferencia que el ejercicio lo haga Borges o que lo haga...





(Porque si no se trata sólo de amontonar palabras... menos puede serlo cuando ni siquiera han logrado serlo)

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miércoles, 23 de septiembre de 2009

Feliz Primavera...

(hay veces que no lo llamaría "humor negro"
porque me duele como a cualquiera cuando faltan las flores)

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domingo, 13 de septiembre de 2009

¿O acaso...

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... puede existir argumentación convincente que ponga en duda la existencia de los espejismos?



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"And if the darkness is to keep us apart..."
U2
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martes, 8 de septiembre de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 22

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Agosto de 2008, conversando acerca de la posibilidad que venga Paul McCartney a la Argentina.

Yoh: ¿Y si viene lo vas a ir a ver?
Yo: Obvio, así tenga que donar seis o siete riñones.

Burguesito: ¿Sabés que a mí nunca me gustó Paul McCarntey solo? (¿?¿?) (Porque hace muchos temas de los Beatles) (y porque el tipo es humillante de groso que es)

Yo: ¿¡No te gusta?! ¡Evidentemente no sabés nada!
Burguesito: Desde siempre me pasa (¿?¿?). Si me decís que viene otro (de los Beatles… supongo) por ahí sí voy. No sé, que viene Ringo, o el otro (sic)

Yo: (interrumpiendo) Pará ahí… Considerando que pensás que aun puede venir “el otro”… ahora entiendo que no te guste Paul….


(N. del A.: George llevaba un tiempo muerto ya)

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Llamó un cliente y Yoh le da información sobre nuestro horario de trabajo…

Yoh: (Al teléfono) Sí, nosotros abrimos a las 8. Llamemé que le confirmo como va la producción. Si llama a la tarde, llame después de las 13. Sí, porque de 8 a 13 estoy almorzando. Sí, sí. Hablamos entonces. Hasta luego. (Y corta)

Yo: Yoh…¿de 8 a 13 es el almuerzo ahora…?

Yoh: (lo piensa unos segundos y se ataca de risa)
¡¡¡Ahhh, se la pasaba almorzando la piba!!!


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Yoh terminó de redactar (de alguna forma hay que llamarlo) un mail, y al apretar “Enviar” una ventana emergente le avisa un error…



Yoh: (totalmente desconcertada) Uh, que mierda, no anda esto…
Yo: (cero bola) (bueno, cero coma cero tres, porque la escuché)

Yoh: ¡No anda esto!

Yo: ¿… qué pasa….? (Giro hacia su PC con fastidio, como quien sucumbe solo por evitar un desarrollo peor)

Yoh: No me deja mandar mail, se traba esto (dice mientras reintenta frenéticamente).

Yo: (Con ternura sarcástica) Pará un poquito de apretar, por favor… ¿Qué dice la ventana emergente?
Yoh: (sigue intentando) ¿Ves? ¡No anda!
Yo: El cuadradito ese que estás cerrando sin darle ni cinco de bolilla está intentando decirnos algo. No hagas como con el sentido común: En vez de ignorarlo, leelo.
Yoh: Ah, sí, dice… (leyéndolo por primera vez) “Debe incluir dirección del destinatario”.
Yo: (mirándola fijo) (estupefacto)

Yoh: … ¿Y? ¿Qué pasa?
Yo: ¿Me estás jodiendo?
Yoh: ¿Por qué no anda?

Yo: (señalando el espacio a completar en el monitor) ¡¡¡PORQUE “DEBE INCLUIR DIRECCIÓN DEL DESTINATARIO”!!!
Yoh: Ah… ¡Que boluda!

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Y sí...



La PC no entiende que con repetirle las cosas no alcanza...



... hay que insistirle a los gritos...


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jueves, 27 de agosto de 2009

¿Qué es un "otro yo"...

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... sino una opción?
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Cada sensación, un sentir vulgar
Andrés Calamaro
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viernes, 14 de agosto de 2009

De tardes cálidas de invierno...

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Una voz,
como un sentimiento
o una canción.
Algo más que me ayude a despertar.
"Las cosas tienen movimiento" de Fito Páez



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El leoncito se acercó a los saltos hasta la piedra desnuda sobre la que retozaba el León Marcado. El adulto sintió llegar al cachorro a sus espaldas pero no giró para recibirlo, entretenido como estaba con nada puntual. El leoncito al ver el cuerpo inmutable del mayor se sonrió y, entrecerrando sus ojos, se agazapó sigilosamente. Avanzó lentamente, saboreando la sorpresa y conteniendo las ganas que podrían arruinarla. El aire era cálido para ser aun invierno, y sostenía pesadamente el silencio. Ya, a un solo brinco de distancia, el cuerpecito se tensó en cada músculo.

-Espero que tengas una buena razón para venir aquí a consumir mi aire – dijo el León Marcado sin siquiera girar su cabeza.

-Aaaaaahh… - se quejó el leoncito – ¡Pensé que te había sorprendido!

-Me imagino tu decepción… espero que puedas superarlo – contestó el León con sarcasmo.

-Jajaja, no, la verdad es que algún día podré sorprenderte- contestó campante el leoncito.

-¿”La verdad”? , “la verdad” es algo esquivo, cachorro. Pero seguramente lograrás ambas: La Verdad y sorprenderme, y tal vez a un tiempo- y aun sin dirigirle una mirada, le prestó ese aliento.

Un pequeño saltamontes quiso aprovechar la distracción de los felinos para escapar de una isla de pastos que sobrevivía entre las rocas.

Quiso, pero el leoncito gasto todas sus ganas acumuladas en cazarlo en el aire. Sus patas lo envolvían sin aplastarlo contra el suelo. Ahí nomás de su sonrisa.

Apenas de reojo el León Marcado vio el movimiento: - ¿Qué tienes ahí?- preguntó con media sonrisa y media ternura.

El leoncito pensó unos segundos y, robando un poco de ese tono sarcástico del adulto, contestó:- ¡Atrapé a La Verdad!-, y se revolcó de la risa.

El León Marcado movió su cuerpo sin levantarse del todo de su descanso. Miró al cachorro y en un susurro firme pero cordial le dijo:- A veces no es tarea simple, pero no sólo debes atrapar a La Verdad… - fijó sus ojos seguros en el joven- …sino que nunca, pero nunca, debes dejar que se escape. -.




El leoncito miró con ojos grandes y las palabras del adulto se acomodaron una a una en su mirada.



-Suena raro, pero La Verdad es una de esas pocas cosas que debemos apresar fuerte entre nuestras garras para hacerlas libres-



León adulto y león pequeño pasaron juntos un rato más, entretenidos con nada puntual.





Al saltamontes…

al saltamontes sí lo dejaron seguir su camino.




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lunes, 3 de agosto de 2009

En lo que se pueda habrá que ser elegante...

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... en el resto solo se será.


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"Sería bien bueno distraerse tejiendo ternuras..."
Iván Noble
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lunes, 27 de julio de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 21

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Sí, 21.
Pero acá no hay mayoría de edad que valga...

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Yoh estaba mirando un resumen de cuenta del Burguesito, mientras intentaba hacer cuentas mentalmente y revisar gastos…

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Yo: ¿Pasa algo? Tenés cara de que hay problemas…

Yoh: No…. Bah, no sé… Hay una sola cosa que no entiendo….

Yo: ¿Una sola? ¿Y qué hay del alfabeto, el teorema de Pitágoras, las voces en el teléfono, el misterio mágico del picaporte….?



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Era el “día de la mujer” y salió un clásico…

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Yoh: ¡No me dijiste feliz día!

Yo (sin mirarla, sin siquiera poner brillo alguno en la voz): Mirá que sos bruta, eh... El 29 de Abril es el día del animal, Yoh….

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Yoh me interrumpió “una siesta de oficina”…

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Yoh: ¿Te cuento algo?

Yo (sin abrir los ojos, acomodado en mi silla): NO

Yoh: Tuve un sueño...

Yo (cero bola): Ajhá

Yoh: Un sueño re fuerte tuve.

Yo: Ajhá… ¿Estaba yo?

Yoh: No

Yo: ¿Seguro?

Yoh: Sí, seguro.

Yo: Mirá que todo bien, no hay problema. Sueños grandes, sueños chicos, pesadillas, ideas trastornadas… por mí soñá lo que quieras que realmente me interesa un corno.

Yoh: Que boludo que sos.

Yo: Yo, por mi parte, si llego a soñar con vos, siempre y cuando mi cuerpo resista el tormento, y mi suerte impiadosa, de garca que es, me haga despertar y encima acordarme de eso,… me tiro desde la terraza.

Yoh:

Yo (volviendo a acomodarme en mi siesta):
¿Viste que era mejor que no me cuentes nada?


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Y sí...

Me adelanto a su duda: Aun uso la palabra "corno", me resulta formidable...

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lunes, 20 de julio de 2009

¿Acaso puede decirse que las sombras...

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...no son reales?





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-Eres una persona extraordinaria. Nunca das lecciones de moralidad y nunca haces nada malo. Tu cinismo no es más que una afectación.
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-La naturalidad también es una afectación, y la más irritante que conozco - exclamó lord Henry, echándose a reír.
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El Retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde.
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martes, 14 de julio de 2009

Y derrotan las tormentas

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Mis amigos son unos malhechores,

convictos de atrapar sueños al vuelo.

Que aplauden cuando el sol se trepa al cielo

y me abren su corazón como las flores.





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No será sencillo explicar las reglas. No de este juego, y no de esta manera. No es extraño que algo tan simple sea tan pero tan complicado.
Se trata de lazos, se trata de causas, se trata de azares. Se trata de participantes que solo tienen el juego como objetivo. Se trata afectos, de carcajadas sin sentido.

Fichas distintas, de diversos colores, pasan de mano en mano, de boca en boca. Entre nosotros eso ocurre, y cómo empezó poco importa.

Parece un problema esto de jugar sin tablero. Parece imposible si nadie escribe las reglas, si nadie toma los tiempos. Parecemos juntos el equipo local de todos juegos.

Más tarde o más temprano, todos buscan alguna bisagra rota, una cerradura muerta, una puerta gastada. Más tarde o más temprano la encuentran, y no se animan a cruzarla.

En esos caminos, esos que se abandonan. En esos caminos que se llenan de fango. En las noches siniestras, en los oscuros pasados. O cuando falta la luz entre ojos cerrados.

¿Quién no quisiera ser de la partida?
¿Quién pudiera pedir asilo en medio de la tormenta…
… y volver con la caballería a enfrentar al fin del mundo en batalla abierta?
¿Qué clase de alma no ha implorado a las hadas?
¿Qué clase de hada se atrevería a responder al llamado?

Cuando la congoja pide algo más que diálogo y las horas no importan; cuando los minutos son demasiados.
Cuando se busca algo puro, cuando aun se cree en algo.
Cuando el viaje y la lucha parecen muy solitarios.

¿Qué clase de hada es ésta que ha caído tan bajo?
¿Por qué esos rufianes vuelan?
¿Qué clase de alas ella les ha dado?

Reverbera la risa, se funden los espacios, la madrugada besa los ojos de los trasnochados.
El café da revancha entre las cuerdas de una guitarra.
La amistad canta victoria antes de que llegue la mañana.

Como una logia con su norma sagrada,
arrojamos el dado a la suerte de nuestros días.
Sobre alguna de sus caras late gastada la utopía,
dibujada en las otras con trazo claro, los lazos para alcanzarla.

En tiempos difíciles para andarse con juegos,
por causas y azares nos cruzamos.
Una a una las fichas se van coloreando.
Con el fulgor de un hada imprescindible
habrá razones de sobra para seguir jugando.


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Mis amigos son gente cumplidora

que acuden cuando saben que yo espero.

Si les roza la muerte disimulan.

Que pa' ellos la amistad es lo primero.

Joan Manuel Serrat

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miércoles, 8 de julio de 2009

Desconfío

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Se reparten roles.

Al azar se reparten.

Con el capricho de las cartas se definen los ladrones, médicos y policías.
Con lo que quede, pero sin llamar a la realidad, haremos un pueblo.

Arbitrariamente se definen las cartas caprichosas.

Voluntariamente se acepta el arbitrio de las reglas, el capricho de las cartas, el juego de los roles.



La suerte no se echa en reglas.

El exceso de las palabras o el resguardo de las mismas se vuelve necesario.

Cuidar los silencios.

Los ladrones matan escondidos en los silencios. Matan y no se vuelven asesinos.

Un policía busca darles caza... y los caza a ciegas.

Un médico busca salvar. Salvar al policía, al pueblo, a si mismo.

Y el pueblo no sabe ser a pesar de que Dios pide que así sea.


Los debates son truncos. Solo son un juego de máscaras.
Para ocultarse o para mostrarse.
Y, también para engañar.


Como si en su intento de ser pueblo no pudiera escapar a la felonía, se acepta al muerto en la primera ronda. Sea quién sea ya no importa.


No basta como precedente. Tal vez esté en las reglas pero igual se siente como una afrenta a su propia significación de lazos:

El "pueblo"... los que son, los que dicen ser, algunos...

El pueblo echa a uno del pueblo... toda una afrenta.

¿Lo acusan de ladrón?
Tal vez.

Pero es burda desconfianza la acusación.

Incluso puede ser solo la salida más sencilla para desterrar el incesante correr de las palabras.


Siempre hay uno que complica las cosas.

Todo lo posible por tergiversar el juego pasa por, al menos, un par de manos.

Y aun así, voluntariamente, se acepta el arbitrio de las reglas, el capricho de las cartas, el juego de los roles.


Ocurrirá el silencio como camino. Ocurrirá la risa como desenlace. Ocurrirá una victoria que poco importa a unos y otros.

Porque a medida que avancen las rondas, el policía se desarmará entre el pueblo, el médico hará lo suyo sin saber bien a quién ni qué demonios; el pueblo se sentirá más y más solo... y los ladrones apenas querrán ser sobrevivientes.

Y unos y otros, solo tal vez... y desconfiando hasta de los silencios.

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Si no paso de la primera ronda sabré que estoy ante un grupo,
cuanto menos, precavido.

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miércoles, 1 de julio de 2009

Si me hablan de un "malón" de amigos...

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... sospecharé que hay más indios que amigos...


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(y no solo de jodido que soy)
(o sí, pero está bien)

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jueves, 18 de junio de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 20

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Después de 4 días de poderosa gripe seguimos con las epidemias…



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Siempre digo que NO tengo que saberlo todo…

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Yoh (con tono urgente): Tengo que cagar, no puedo más…

Yo: …. ¡¿Hace falta que me digas eso?!

Yoh: Yo no me puedo cagar acá, voy a perder mi glamour.

Yo: ¿Glamour? Vos no tenés glamour… En más… ¡Dudo que sepas siquiera escribirlo!

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Abrí la carpeta de “música” en la PC y…

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Yo: hdhfdhfh dfjhdjdj jdcnvnd

Yoh (abstraída, absorta, casi transportada a otra dimensión –nefasta y autista- por el Facteook): ...

Yo: sdbfjd fkjddhfk...

Yoh (percibiendo mi voz como ecos lejanos): ¿... Qué…?

Yo: ¿¡¿hkjdfhjk dhfjdg fndsmvb?!?

Yoh (antes que su cerebro se trabe definitivamente): ¡Pará un cachito, no me hagas ponerme a trabajar todavía!

Yo: No estoy trabajando… te preguntaba qué música querés que escuchemos, infeliz…

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Algo en la cabeza…

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Yoh: Che…, me pica mucho la cabeza… creo que tengo piojos…

Yo: Lo único que te faltaba para que te mande a un establo era eso.

Yoh: No…., en serio –se rasca y un piojo cae sobre el escritorio-… ¡Miralo!

Yo: Er… ¿Te sacaste un piojo?

Yoh: ¡Mirá, (con tono genuinamente tierno) es re chiquitito el piojito!

Yo: ...



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Y no…

En el establo no la aceptarían…


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martes, 9 de junio de 2009

Tras el estallido del planeta rojo

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Se acuna en el hueco de tus manos un café con crema.
Me pregunto: ¿Qué más puede dormir entre tu piel?
Ese unicornio que le falta al poeta, a mí, a vos,
a tus hadas desordenadas que lo reclaman.
Un arrullo de cuerpo desnudo, el metal que busca proteger el alma.

Respiraciones agitadas por el acoso del tiempo.
El acecho de tu propia sensación como vapor entre los dedos,
de minutos que queman,
de media vida marcada a fuego.
Y aun sonreís ante una excusa de encendedores.

El frío que lastima tu espalda en los bares
es el mismo que apenas te conmueve en las calles vacías.
Las noches de soledad no pesan tanto por las ausencias
Son los fantasmas que no se van con la luz los que hacen el desvelo.
Una y otra vez intentás una trampa entre las hojas de un libro.

De a ratos, en esa caída de bolsillos que se vacían,
pareciera irse todo aliento junto con los abandonos.
La sensación de teatro angustiado,
la desesperación cuando 5 duendes vestidos de etiqueta
bajan el telón de la risa y solo resuenan los propios pasos.

La brisa de primavera, efímera y mágica, tiene el calor suficiente para besarte.
Arranca uno a uno a los viajantes del campo.
Una nube por un par de segundos, como tu pelo desconforme.
Así se devela el misterio, el coraje escondido.
Las palabras se hacen chiquitas, redonditas, verdes.
Al fin de cuentas, no somos solo sobrevivientes.

Y vos…
…vos flotás como el diente de león.




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miércoles, 3 de junio de 2009

Con todos sus méritos, igual me deja un gusto a poco...

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... la utopía usada solo para resistir.


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we´d rise post-obstacle more defined more grateful
we would heal be humbled
and be unstoppable we´d hold close and let go and
know when to do wich we´d
release and disarm and stand up and feel safe
Alanis Morisette
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viernes, 29 de mayo de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 19

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Mientras gente de dudosa calaña se junta...

...les dejo un poco de Yoh para el finde... (no usar en exceso).
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Compré dos alfajores para acompañar el desayuno…


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Yoh: ¿Por qué traen ESTO arriba? (dice mientras comienza a “raspar” para sacar las almendras)

Yo (debo admitir, casi desencajado):
¿¡¿Qué hacés?!? ¡Es lo más rico eso!

Yoh: No, yo lo saco (y continua con su crimen).

Yo:
¿¡¿ POR QUÉ LO SACÁS?!?

Yoh: No sé…. Porque no lo entiendo… (¿?)

Yo (con tono relajado y paternal):
Ay, Yoh, si fuera por sacar todo lo que no entendés, vos tendrías que vivir en un cubo vacío y forrado de blanco… y hasta por ahí nomás…





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Mirando videos en YouTube …
(er… es parte de nuestro laburo)




Yo: Mirá como canta esta piba… tiene onda, y el tema está bueno. Es el de "Loco por Mary".

Yoh: Sííí, está muy bueno.

Yo: Parece que le fue bien. Empezó así y saco un CD parece.

Yoh: ¡Uhh, me voy a poner a cantar yo entonces!

Yo: Jeje, con todas la huevadas que hacemos deberíamos invertir (“deberíamos” = la empresa) en una buena placa de audio y un buen micrófono…

Yoh: ¿Para?

Yo:

Yoh: Aaaah..., ¿Para subir videos…?

Yo (retomando): Claro. O sea, tenemos menos afinación que un jabalí en celo…

Yoh: ¡Re mal!, ¡Y ninguno de los dos sabe tocar guitarra ni nada…!

Yo: Pero somos muy divertidos, e invertimos mucho tiempo acá en hacer huevadas…

Yoh: Jajajajaj, cierto, cierto… Jajaja, ¡SERÍAMOS UN ÉXITO!

Yo: …. ¿Un éxito?

Yoh: ¡Sííííí!

Yo (totalmente serio, sacándole toda la alegría al momento): … NO, YOH, SABÉS QUE NO.

Yoh: … sos un tarado.





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El Burguesito le dejó encargada una tarea a Yoh… pero ella ni bola…



Yoh: Ay, no me puedo acordar qué me dijo que haga…

Yo: Ni idea.

Yoh: Mirá que me lo repitió… pero no sé, no lo veo, no le doy bola, no sé como hacer para que me interese…

Yo: Bueno, conociéndote, no es un problema muy complicado de solucionar…

Yoh (conociéndome, y esperando el sarcasmo): A ver…

Yo: Cada vez que el jefe te dice algo, vos subilo al Facebook… QUE ES LO ÚNICO A LO QUE LE DAS BOLILLA MIENTRAS ESTÁS EN LA OFICINA...


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Y sí…


Posta. Es lo único.


NO ESTOY EXAGERANDO.


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martes, 26 de mayo de 2009

En medio de una batalla de bombarderos...

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...ella quiso pasearse piloteando avioncitos de papel...

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(y tan bonito le quedaba)
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martes, 19 de mayo de 2009

Tañidos de niebla

"...para cada tino la ciudad comienza
en un sitio cualquiera, pero siempre distinto..."
Mario Benedetti
Un Grande (con G mayúscula).
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Se me escapó la perra”. Era un mensaje de texto conciso, certero, escueto. Solo 5 palabras. “Se me escapó la perra” leyó en la pantallita de su celular. Leyó y se quedó duro, como pasmado frente a la computadora de la oficina. Una planilla de cálculos reclamaba acción demorada, el teléfono sonaba vociferando obligaciones, un jefe perdía la paciencia ante la impavidez solo aparente.

- ¿Qué pasó? - le preguntó una voz femenina.
- Se le escapó la perra
- ¿En tu casa?
- No – Se levantó de la silla, se puso su abrigo, tomó las llaves del auto y dejó que el instinto y el ímpetu reacomodaran prioridades, -Salgo un rato-

¿El jefe? Bien, gracias. Arrancó raudamente su vehículo, y manejó con más pericia que cuidado las 10 calles que lo separaban de esa casa en la que faltaba una perra.



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La banda de jazz se despidió furiosamente en ese bar. Las pizzas se terminaron. Y las ganas aun encendían esa noche gélida de otoño en la ciudad. Las cosas iban mejor. Mucho mejor. La primera vez que se vieron, el porteño y la boliviana compartían una fiesta de dudosa calidad, de esas que buscan un pretexto los jueves para hacerse viernes. Claro, no lo logran, pero para quien las transita desde el jueves, sin pensar en viernes o pretensiones, no son tan malas. Y él había recorrido las calles de su ciudad como un extraño, como quién está en una ruta equívoca. Ella…, ella venía atravesando fronteras desde su Cochabamba natal, sin tener muy en claro qué estaba buscando. Él era un extraño en su ciudad. Ella estaba perdida en todas las ciudades. Sin embargo, la noche que se conocieron pudieron salir de esa fiesta sin pretensiones, tomados de la mano. Las cosas habían mejorado desde entonces. Porque esa primera noche no hablaron de política, ni de religión; y casi tampoco, de drogas. Y sin embargo él vociferó su odio a todos los oficialismos del gobierno, al de la ciudad en la que vivía, y al del país que la contenía. Y sin embargo, ella proclamó su apoyo a la distancia a su primer mandatario, y un escozor se hizo guerrilla cuando habló de convulsiones internas. Pero el oficialismo de su ciudad y su país se oponían y él se oponía a ambos. Pero las virtudes de la ciudad andina contrastaban con la violencia a las revoluciones de las villas pobres, todo parecía salir del gobierno; y ella no terminaba de tomar partido. Los jueves son confusos por las noches. Incoherentes. Tañidos de niebla los envuelven.

¿Incoherencias? Los oficialismos son culpa de muchos, y en ese caso no debiera ser tan malo. Las revoluciones se adeudan en muchas ciudades. Las personas al poder no son un cáncer, aunque parece una enfermedad que falten “muchos” y revoluciones. Los jueves son incoherentes por las noches. Dos autoproclamados zurdos, sin pretensiones, terminan tomando un café en el más capitalista de los locales. Se esconden del frío y del amanecer. “Que esto no quede en el legajo” dicen ambos, culpables de que esa gran “m” no sea la del marxismo.

Lo que no te mata te fortalece” habían acordado un rato antes con uno de sus autores favoritos.

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Los hombres no lloran, a veces lagrimean.

El auto detiene su marcha pero no su motor. “¿Qué pasó?”, pregunta el conductor. “Eso que te puse en el mensaje” responde desde la vereda y junta coraje para seguir en pie. Ambos se entienden. Es un lazo. Un lazo que los une más allá de las palabras. El mismo que hace a uno merecedor del único mensaje de texto que comunicaba la tragedia, es el que lo arranca a la calle a responder. En ese momento, 5 palabras sobrarían.
Se saben, se conocen. Insisto, es un lazo. Y ese lazo tiene mucho de perros. De acompañarse en los caminos de las calles, de buscarse en las guaridas, de seguirse rastros. De soportar el olor a perro mojado que dejan las tempestades.

La…”, un poco más de coraje, un poco más, “…la escuché ladrar hace un rato por acá…”, y señala ningún lugar a la vuelta de la esquina.

Ok, quedate tranquilo. Estate atento”, contesta y otra vez exige al motor. Son representaciones burdas, pero necesita que la vibración furiosa del vehículo sea la misma de sus congojas. Rápido, muy rápido empieza a recorrer las calles.

Círculos cada vez más grandes”, “Dos cuadras”, “Tres cuadras”, se repite mientras conduce el auto a seguir a sus palabras. Recorre las veredas, los umbrales, “Tiene que aparecer”, no puede darse el lujo de ir más despacio, sus ojos deben ser más veloces, “tiene que aparecer”…

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A la salida del bar, donde las cosas eran mejores, mucho mejores en esa segunda cita. Esa vez hubo buena música, comida que mejoraba con cada acorde hasta dejar de importar, abrazos y besos, algunos como la primera vez, otros, más cálidos y genuinos; todo con sabor a suburbio. Era más cómodo para gente así. Mucho mejor.

Esa vez ella dejó escapar expresiones deliciosas que él festejo como bolivianadas, aunque no eran más que un español correcto, mucho más adecuado que los exabruptos que rondan la ciudad rioplatense. El juego era sonrojarla, claro.

Esa vez él dibujó la segunda cita, y la posibilidad de que esa chica que no creía en nada, hubiera puesto su fe en verse un domingo, por decir un día.

El auto se había perdido en las calles vacías, tan llenas de ese otoño de veredas frías, de paredes húmedas, de un policía en la esquina exhalando vapor de su boca, sólo acurrucado en su campera. Él buscó entre las llaves el control de la alarma para que el juego de luces y sonidos le diera una pista. Un indicio, una respuesta. “No pido tres veces un teléfono”, le había dicho días atrás –cuando el viernes comenzaba-, en ese mismo auto. Ella se animó y le hizo un par de cargadas. Él fingió enojo, ella cayó en la disculpa leve: “Solo te estoy molestando”. “No, no me molestás para nada”.

Antes que la ciudad rompa el hechizo él la invito un café. Pero un café de verdad, no de máquinas y corporaciones. Un café de intimidad, de esos que se hacen en tazas propias, y se baten con esmero. Un café. Como si fuera una fiesta un jueves. Un pretexto.
Y a ella le gustaba el té. Definitivamente, había que tomarlo al calor de una estufa. Ella lo invitó a su casa, donde había té, y con suerte, café.

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La mañana era fría y desde adentro del auto el conductor buscaba la niebla.

Tiene que aparecer”.

Cruzó un perro a 100 metros de sus narices y su corazón se sacudió. Pero no, “Ese perro es negro, nada que ver”.

Apenas llevaba unos minutos dando vueltas como si el barrio fuera nuevo. “Círculos cada vez más grandes”, “Tiene que aparecer”. Era una carrera contra el tiempo. Cada minuto que pasaba significaba aumentar lo posible. Nada peor que una cuenta regresiva que no tiene punto de culminación, y, sin embargo, se siente agonizar a cada segundo.

Un perro, distinto, oscuro, y de la correa de su dueño. “Nada que ver”, otra vez.
Un pastor alemán con aires de cachorro. “¿Dónde estás?
Un perrito gruñendo en mitad de la vereda, “Tiene que aparecer”, mil veces.
Diez metros más de recorrido… “¿A qué le gruñe ese perrito?”. Pequeños detalles que tardan en acomodarse. Diez metros le llevó a la inteligencia distraer a la prisa.

Contra una paredón, asustada, perdida y acorralada por un perrito y por sus propios miedos, la perra mezclaba el canela de su robusto cuerpo con la niebla de la mañana. Esa que él buscaba. Ambas.

No detiene el motor, ni siquiera termina de frenar cuando baja del auto. Grita y agita sus brazos, pero el pequeño atacante no cede. Avanza y lo empuja con su pie hasta hacerlo rodar. Es un héroe. El perrito huye. Se siente un héroe. El alma le vuelve al cuerpo, y recién en ese momento nota que se le había escapado. “Te encontré” piensa, mientras estira una mano. La perra tiene miedo y responde con dientes. Él apenas esquiva la dentellada. “Te encontré”, le dice sin haber perdido la calma. Las palabras traen paz y reconocimiento. La perra baja las orejas y mueve su cola frenéticamente. Rueda sobre si misma. No cabe en si misma. A decir verdad, el alivio es compartido. El miedo se va diluyendo en el abrazo. Ser un héroe ya nada importa, solo el alivio.

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Nada importa que sea una ciudad tan grande, el mundo queda dentro de esas cuatro paredes. Apenas hay tiempo para un té, para medio té. Los besos aumentan, y se reparten a discreción. Las ropas ceden. Los cuerpos se unen. Ella afirma su cadera bajo su peso. El se enreda en el mándala de su hombro. En el calor de su ensueño. Arremeten una, dos veces. Y se dejan caer.

Afuera, la ciudad se jacta de ser una de las más grandes del mundo.
Adentro, ella acomoda sus pies fríos bajo las frazadas.
Afuera, entre semáforos y policías taciturnos, el otoño arma una muralla.
Adentro, los pies fríos no hacen invierno.

Un viejo disco de blues acuna sus sueños sin almohada. Sin héroes.

Me siento a la deriva” le había dicho ella, “Pasé por tantos lados y siento que no pertenezco a ninguna parte”.
A veces las búsquedas tienen eso, supongo, pero no es lo mismo estar a la deriva que buscarse
No sé si pueda notar la diferencia
Tal vez tendrías que empezar por hacer tu pequeña lista de cosas en las que te reconocés, de lugares cercanos o lejanos a los que pertenecés, de personas cercanas o lejanas que son raíces y viajan con vos”, la abrazó un poco más, “Si podés hacer una lista así, concisa, certera, escueta. Si podés armarte en 5 palabras, no estás a la deriva, para nada”.
¿De dónde apareciste?”, preguntó sin mirarlo a los ojos, para no obligar una respuesta que rompa la niebla.
Hagamos una tregua esta noche”, propuso él.
Yo no te convengo”, le dijo ella.
Nadie que me convenga pasaría la noche conmigo”, contestó él.


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No vuelvas a hacernos esto”, le dijo con ternura a la perra mientras la bajaba del asiento trasero del auto.
Gracias”, contestó Gabriel mientras la recibía, aferrándose a ella como si hasta la más leve brisa pudiera arrebatársela. Los hombres no lloran.
No tenés nada que agradecer”, contestó el Otro Gabriel, y dedicó un abrazo más a la perra. A veces lagrimean los hombres.

Gabriel y Gabriel se entienden. Más allá de las palabras.

Se siente como si no hubiera otra persona en el mundo que pudiera entender esa forma de andar con los perros. Compañeros, hermanos, hijos… nunca mascotas. Gabriel y Gabriel son dos de esas personas. Tal vez una de esas tres personas. Definitivamente se siente así. Por eso solo 5 palabras escribió Gabriel. Por eso no hacen falta las gracias.


Solo el alivio

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Es cuestión de lazos. Lazos para no sentirse a la deriva.

Y en ese lazo son como los perros.


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viernes, 1 de mayo de 2009

...ni las mías...

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"Esto está feo hoy"

"¿Qué cosa?"

"El día... es como si se estuviera por largar a llover..."

"Pero... si ni una nube hay..."

"Sí... no sé... pero tengo esa sensación..."

"¿Sentís que va a llover?"

"No, pero es un día feo hoy, porque tengo esa sensación y nada tiene que ver con las nubes"

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"Como los fantasmas del recuerdo salen de noche a patotearte..."
Los Caballeros de la Quema
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lunes, 13 de abril de 2009

Ideas

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Porque es cierto que hay Grandes Ideas.

Pero, si me preguntan a mí

no existen las ideas pequeñas.

(Aunque eso no las haga necesariamente grandes ideas)

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(ah, y lo que sí hay son ideas idiotas) (y algunas muy grandes...)

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martes, 7 de abril de 2009

Buscando espejos

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Quiero erigirme en el honor. Lo anhelo. Se lo debo al camino.
Ser un luchador. Deseo poder llevar el estandarte de lo noble.

En ese torbellino del SER pretendo al menos una mínima y opaca porción de la esencia de los grandes, una ínfima tajada de las virtudes que persigo entre los reflejos que me marcan.

De San Martín, Guevara, Túpac Amaru o Einstein… Ser el suspiro de su aliento más débil.

Me sumerjo entre los libros recorriendo más senderos y él se acomoda sobre mis pies.
Aun en el día más caluroso busca el contacto, se hace compañía.
No mide riesgos si el peligro acecha a los suyos.
No es superior a nadie, ni si resulta ganador cuando el embate sucede.

No anda con rodeos para la caricia necesaria en el momento de pena.
Sin caminos que lo desanimen, sin tempestades que lo hagan dudar al llamado.

Y esa mirada… Esos ojos donde siempre puedo hallar un compañero.

Donde no hay honor que se vulnere,

donde no existe la desesperanza,
donde la traición es un imposible.



Reflejos donde busco encontrarme.

San Martín, Guevara, Túpac Amaru o Einstein…





Si tan solo pudiera ser un suspiro

Un suspiro de su aliento más débil.
Apenas una ínfima tajada de lo que mi perro siempre sabe ser sin esfuerzo alguno.



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Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos.
Proverbio Chino

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viernes, 20 de marzo de 2009

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 18

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Nat, la mujer que hace la limpieza en la oficina, intentaba pasar la aspiradora bajo el escritorio de Yoh, y ella no se movía, absorta en su trance de Facebook…



Nat (después de muchos intentos de llamar la atención de Yoh): Disculpame… (le toca el hombro despacito) … Yohy… ¿Te podés correr un cachito así limpio…?

Yoh (cayendo en cuenta que bien podría haber transcurrido un siglo desde que la mujer comenzó a pedirle lugar): Aaaayyy, Nat, no te escuché… vos tenés que insistir con más fuerza… ¡Decime que me mueva!, ¡Gritame: “Yohana, movete”!!, así con violencia decime que no te escucho sino.

Nat (con gesto maternal): Noooo, Yohy, yo no tengo esas formas, yo trato bien a la gente…

Yo: Nononono, no sirve Nat. Está comprobado: Acá todos la tratamos para el carajo a Yoh, y funciona mucho mejor así.



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Yoh (que siempre anda en zapatillas de lona) empieza a desfilar mostrando sus zapatos con taco alto…



Yoh: ¿Viste mi altura?

Yo: No, nunca...




Yoh: ...



Yo: ...de hecho me parecés un ser humano de lo más bajo…

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Le mando un archivo de mi PC a la de Yoh a través de la red para que me lo imprima…




Yo: Che, ¿Me imprimís un documento de Word que te mandé a tu PC?

Yoh (empieza a recorrer la pantalla con el mismo esmero que un relojero en el limbo): No lo encuentro…. Acá no hay nada…

Yo (intrigado, me acerco a su escritorio):

Yoh: ¿…?


Yo: Un archivo de WORD…¡¡¡Y vos tenés abierto el EXCEL, infeliz!!!


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Y sí...



Pero el Facebook lo maneja re bien...





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lunes, 16 de marzo de 2009

Antes hacía listas con la gente que me caía mal….

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… pero era un gasto excesivo de papel.


Ahora le tiro a todo lo que se mueve y listo...
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lunes, 9 de marzo de 2009

El camino de la sabiduría...

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...es de libertad y condena en cada paso.



La ignorancia, en cambio, solo es una de ellas.



Aunque a veces cree ser libertad…

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"No sé si la instrucción puede salvarnos, pero no sé de nada mejor."
J.L. Borges
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miércoles, 4 de marzo de 2009

Las cosas del camino

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"Es que yo soy, ese que soy, el mismo nomás,
hombre que va buscándose en la eternidad"
Fuego de Animaná,
de Armando Tejada Gomez y Cesar Isella
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En un lugar así, caminaba un caminante. En un lugar así, muy parecido a éste, con sierras tras de sierras, tras de más sierras, caminaba un caminante. Un lugar así, con el sol tiñendo las rocas y dejando la hierba dura crecer al calor. Un lugar así dónde el horizonte se esconde detrás de la silueta montañosa, y se escurre entre los valles que se adivinan. En un lugar así caminaba un caminante.

Caminaba ligero y de buen humor el caminante. Sendero a sendero, paso a paso. Caminaba durante horas. Caminaba durante espacios.
Caminaba.

Al borde del camino, otro hombre avanzaba. A paso cansino, a trancos sufridos avanzaba aquel hombre.
Y avanzaba el sol del mediodía y avanzaba esa nube caliente que ronda el suelo de las sierras en verano.
Y avanzaba el caminante, hacia el borde del camino.

Con sudor ardiéndole en los ojos, el hombre vomitaba su respiración. Y con triste esfuerzo saludó al caminante: “No es hora para andar, amigo”.

El caminante sonrió. “El calor es terrible, pero no son horas para detenerse tampoco”.

El hombre devolvió la sonrisa casi molesto en su fatiga. Miró por sobre el hombro del caminante y preguntó: ¿Falta mucho andar para llegar al pueblo? Viene desde el norte, ¿verdad?
El caminante apenas volvió la vista atrás, como quién siempre está seguro del camino que ya ha recorrido. “Sí, eso creo, el norte, tal vez”. Y su respuesta fue vaga, pero no fue la conciencia de lo impreciso sino la necesidad del otro hombre lo que lo llevó a continuar, “El pueblo está a poco más de dos horas de aquí, es un camino dulce por el sendero”, y señaló la huella pedregosa que serpenteaba desde sus pies hasta las espaldas de la tierra.

Dos horas…”, dijo el hombre mientras se secaba algo de sudor con un sucio pañuelo, … solo quiero llegar… al menos ya falta poco… y cuando una exhalación de aire caliente parecía el punto final agregó … falta… menos…”.

El caminante se acomodó su sombrero, corriendo las gotas cristalinas de su propio andar que nacían en sus cabellos. Su mirada se perdía tras las espaldas del hombre cansado.

No hay nada allá”, le dijo entonces el hombre, cortando el silencio.

Un nuevo silencio nació.

Créame, no hay nada. Vengo maldiciendo el viaje hace días. No hay nada.”

El caminante miró con compasión al hombre. Observó su gesto huraño, su espalda mojada, su piel gastada. Sintió el aliento agotado, no tanto por la debilidad como por el desprecio del andar. Sintió el arrebato del equilibrio, pero no supo si era el hombre que tenía frente a él o su propio ser. O el juego entre ambos. “Debe haber, cuanto menos, una hermosa vista”.

El hombre pareció recuperar fuerzas cuando contestó como quién sufre un desaire: “No hay nada, de nada, de nada. Pasando la próxima colina solo encontrará sus pasos asándose al sol, un sol endemoniado que quema más en las sienes que en las piernas. Dos días de marcha y nada. NADA

¿Tan mal así es la cosa? preguntó el caminante, pero en lo más profundo de su parte inconsciente sabía que solo animaba a desahogarse aun más al hombre cansado.

Todo es malo en ese lugar olvidado por Dios. Todo es más áspero, más caliente, más seco. Más doloroso. Caminará bajo el sol, y cuando las fuerzas empiecen a agotarse no podrá descansar. No existe árbol alguno que regale sombra donde recuperarse. El camino lastima los pies con miles de piedras que son demasiado grandes para caminarlas con apuro, y demasiado pequeñas para sentarse sobre ellas. El aire hierve y raspa la garganta. Tan solo un pequeño arroyo se escurre entre unas grietas y apenas alcanza para llenar la hendidura de la palma de las manos. ¡Si al menos hubiera tenido un recipiente para almacenarla!

Tampoco llevo donde cargar agua… voy muy ligero. En este lugar, con el camino y la temperatura, habría que traer una mula para acarrear lo que sea que…

¡Un maldito burro!” interrumpió exaltado el hombre, ¡Parece una ironía del infierno, pero a mitad del camino hay un burro marchito que se muere allí solo para que uno agonice en su esperanza al verlo!

Otra vez silencio, pero no era nuevo. Era un silencio viejo que estaba de vuelta.

¿Aun piensa seguir el camino? preguntó casi fastidiado el hombre cansado.

Sí, le agradezco sus advertencias, las tendré en cuenta

Se despidieron. Realmente no lo hicieron, solo se cruzaron en silencio.
Se despidieron, entonces, sin palabras.

El hombre arrastró sus últimos ímpetus hasta el pueblo cercano.
El caminante siguió caminando, porque así son los caminantes, ya se sabe. Eso son.


Varios días pasaron.
Varios silencios.
Más de un camino andado.

Una noche no muy lejana el hombre bebía en una taberna de aquel pueblo que tanto había anhelado. Se encontraba alegre, no solo por el vino, sino realmente alegre. Reía a viva voz con algunos hombres. Brindaba por algunas mujeres. Contaba anécdotas y exageraciones entre barriles, velas y algo de música.

De repente, al tiempo que buscaba algunas monedas de plata para continuar la juerga, reconoció al caminante en una mesa entre penumbras. Se levantó torpe pero apresurado, como quien pretende atrapar la llave de un delirio. A pasos poco elegantes atravesó el salón hasta casi atropellarse en la mesa donde el caminante y una joven azabache jugaban con una baraja.

Da gusto verlo de mejor semblante, mi amigo” escuchó el hombre a modo de recibimiento.
Ahora sí el silencio fue nuevo. Pero no fue solo del hombre que buscaba palabras. La taberna entera enmudeció. Cosas más raras han pasado.

El caminante lo invitó a sentarse con gesto simple y sonrisa de amigos.
El hombre bebió un sorbo más del jarro que sostenía en su mano derecha. Tomo aire de vicios, y se limpió excesos de espuma y vino de su barba con la manga del brazo izquierdo. “Cualquier alma brinda después de aquel martirio”, dijo al fin en tono casi solemne.

Brindemos entonces… dijo el caminante elevando su propio vaso.
Por las tabernas que nos esperan al final del camino” dijo el hombre mirando fijo, casi clavando los ojos y las palabras.
Por las… cosas del camino” dijo el caminante, más convencido que reparando en los sonidos.

Es raro, como las palabras entre extraños pueden ponerse tensas aun en un brindis.
Se transforman los silencios en brumas de metal que pesan sobre el aire y el humo. Cambian en espectadores los extraños, quedan a la espera del crujido de las oraciones. Y los apenas conocidos a veces se miden, a veces se buscan, a veces se esperan.

Permítame invitarle otra copa, amigo… dijo el caminante.
Sí, seguro…
… y prestarle mi huella”.
El hombre que se deslizaba hacia una silla al lado de la del caminante, se dejó caer bruscamente, como si la conclusión de la frase lo golpeara.

Después de nuestro encuentro…” comenzó el caminante mientras la muchacha apoyaba un dos de bastos sobre la mesa, en el espacio entre ambos, “… seguí camino, y, ciertamente, todo lo que usted me advirtió era verdad”.
El hombre no dijo nada. Ni siquiera bebió un sorbo. Apenas pestañeó.
El caminante recostó un tres de copas cubriendo apenas la carta de la muchacha, “El sol no es piadoso en esos caminos, pero a la vez ilumina la belleza que se escurre bajo mi andar y corre hasta donde llegan mis ojos” y detuvo su mirada en la dulzura de la mujer frente a él. “El paso es lento entre las piedras, pero no me apura la llegada, el camino es parte del viaje, y, en mi caso en particular, lo era todo”.

El caminante observó las dos cartas en su mano y eligió una sota para que acompañe al tres anterior. Que fuera una sota de espadas poco importaba. “A las horas de andar…” prosiguió, “...busqué un respiro para mis piernas. Junté algunas piedras, elegí aquellas que fueran más generosas por sus formas suaves, y las puse una sobre otra hasta lograr un pequeño banco. Es maravilloso como se renuevan las acuarelas del entorno cuando son miradas con tiempo y reposo. Mientras preparaba mi cuerpo para retomar el viaje y secaba un poco el sudor de mi frente, la sierra comenzó a cantarme. Juro que su voz sonaba a zamba o a bolero. Cantó con el sutil viento que le quitó peso a la tarde por unos instantes. Cantó con el golpe del granito a mis pies. Cantó con arrullo de agua…”.

¿El arroyo?” preguntó el hombre. Preguntó más que por necesidad de información. Preguntó como quién quiere saber como sigue una historia.

Sí, el arroyo. Ese pequeño suspiro de agua que apenas mojaba unas rocas en un pequeño peñón, y se perdía en el mineral antes de tocar el suelo
La morocha azabache jugó su carta: Un rey. “El rey”, le murmuró desafiante. El juego de cartas parecía un mundo paralelo. Y el Rey, sobre esa mesa, aun le gana a la sota.
El caminante contempló esos ojos que lo buscaban frente a él. Esos ojos que lo mantuvieron preso fuera del tiempo. Hasta que la voz femenina no soltó su arenga de ataque entre las barajas, el caminante no volvió a reparar en la cantidad de oídos que lo rodeaban en el silencio. Un silencio como un viejo conocido. “Truco” dijo ella.

El caminante espío su carta como si nunca la hubiera visto, como si hubiera jugado a ciegas. Otro tres, un tres de bastos. Un buena carta, pero…
Junté mis manos bajo el hilo de agua, hasta llenarlas. Deseaba beber. La sed me golpeaba desde hacía unas horas, pero no había concebido su fuerza hasta que toqué el arroyo: Parecía morir si no bebía en ese mismo instante. Sin embargo mis ganas se sostenían mientras el hueco de mis palmas se colmaba. Ya rebalsando de contenido levanté la vista al cielo… son raros los momentos en los que uno es agradecido. El agua, tan simple, tan gratificante. Como una imagen que usurpa el rabillo del ojo, vi al burro que resoplaba al lado del camino, a pocos metros de mí. Lo vi tan grande y tan débil. Tan viejo e indefenso….

La taberna se movió sutilmente como un gran organismo. Una mujer enorme se angustió por un animal que nuca acarició. Un anciano padeció un poco, porque un poco su vida también se sentía así. Seis o siete personas bebieron, porque el relato les dio urgencia de saberse favorecidos y cómodos.

El caminante miró fijo al hombre y casi como pidiendo permiso continuó: “Se ve que el cielo me escuchó y decidió por mi alma más que por mi sed… Descendí con cuidado la pequeña elevación… Descendí con mis manos juntas, buscando mantener cautivo al líquido… Descendí y avancé como empujado por la tarde. Y los guijarros no entorpecieron mis pies en el recorrido hasta el burro. Nos hicimos hermanos mucho antes de que mis manos húmedas convidaran a su boca

La mujer enorme sonrió. El anciano se dejó lagrimear, y se sintió mejor.

El caminante abandonó la visión de asombro del hombre y reposó en los ojos de la mujer. Observó esos ojos grandes y brillantes que apenas se elevaban sobre el reverso de una carta. Una carta que asomaba de los dedos femeninos esperando descubrirse.

¿Truco dijiste?”, aceptó el desafío de la dama el caminante. “No, no quiero… no voy a darte el gusto”, y perdió la mano dejando caer su propia carta. Un tres de bastos de espaldas es tan fuerte como un cuatro. Pero más doloroso.
Repetí el viaje una y otra vez, y una y otra vez más hasta que el burro sació su sed. Ya al borde de mi voluntad, le acaricié el lomo, y sus ojos ahora chispeantes me dieron gracias y permiso. Volví a subir y una y otra vez, y una y otra vez más, sacié mi propia sed”.

Antes de que el hombre sintiera que su débil brazo no podía sostener más la vasija con vino, la taberna escuchó como el caminante contaba sobre una noche fría que desalojó al impiadoso día. Palabras simples dieron cuento del abrigo de la piel, del calor que se dieron caminante y animal. Del canto a media voz que el caminante le dedicó a los sueños del animal. De la caricia brusca del burro, del celo con el que guardó el cuerpo del caminante del acecho de la oscuridad.

Lamento decepcionarlos…” dijo el caminante mirando las caras en derredor, “… y espero, entonces, no hacerlo, para la verdad es que el cuento desde el comienzo del nuevo día hasta la llegada a éste pueblo es muy simple. No hay mucho que agregar… solo un hombre y un burro que se acompañan y se llevan en un camino de regreso desde ningún lado en especial”.

Se juntan las historias. Se junta la baraja.
El alcohol se exalta y se apaga. La gente se reúne, festeja, brinda y se dispersa en busca de nuevos sueños. De algunos sueños.

El caminante y la mujer azabache se dejan encontrar por el amanecer durmiendo en un abrazo tierno sobre la hierba. El sol, ahora un amigo cordial, los saluda con el reflejo de sus brazos dorados. Reflejo que destella sobre el lago que se despierta ante los ojos de la pareja.

¿Qué aprendimos esta noche?” le dice el caminante a la mujer, al oído de las primeras luces del día. Y sonríe.

Las cosas del camino… lo que puede ser especial solo si se lo ve. Lo que no es hasta que no somos... Lo que hacemos con el camino es el camino” contesta la mujer de cabellos azabaches.
El caminante la besa en la frente. La besa en los labios. La besa. “Por más que quieras esconder tus cartas… se ve un siete de oros reflejado en tus ojos”.



Cerca, bien cerca, en la orilla del lago, un viejo burro bebe agua y espera nuevos caminos. Tan especial resulta que, cerca, bien cerca, no se interrumpe ningún silencio.



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