viernes, 30 de abril de 2010

Momentos emotivos con mi compañera de oficina 25

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Esas cadenas de mails tan profundas...

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Yoh: Che, ¿abriste los mails?

Yo: Sí, hace un rato, ¿por?

Yoh: Ah, porque mandé un mail lleno de preguntas que hay que responder. (Intenta una carita tierna -sea lo que sea eso-) Mirá que se lo mandé a los que considero mis amigos de verdad…

Yo: Ah, sí... lo eliminé.


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Sonamos... se puso reflexiva...

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Yoh: (sí, a cuento de nada) La amistad a veces acaba en amor, pero el amor rara vez acaba en amistad…

Yo: Bueno, mientras alguien pueda acabar…

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Le acababan de informar por teléfono a Yoh que nació su sobrina… y rompió en llanto….

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Yoh: Aaaayyyy (mezclado con snif snif y lágrimas), es hermooooosaaaaa mi sobrina... (y más llanto)

Yo (serio): Y... ¿cómo sabés si ni la viste?

Yoh: Porque es hermosaaahhhhh (desentendida de toda lógica)

Yo: No, Yoh, no sabés, por ahí es un mutante del espacio (desentendido de toda emoción)

Yoh: Jaghjaghagj (una mezcla rancia de risa con muchas lágrimas de emoción)

Yo: ¿Puedo seguir esmerándome en sacarle todo sentimiento a este momento?

Yoh: Jajghghaja (ya moquea y todo)
¡Estoy re contenta!

Yo:
Bueno..., felicitaciones, tía.

Yoh: GraciaasssbbbbuauauahAAAAHHHHHHHHhhhhh (sí, la felicité y se largó a llorar mal) (MAL)

Yo:
….

Yoh: Bbuaaahhhahabuahahh...
(sigue)

Yo: er…

Yoh: BUUAAAAAAAAAAHHHHHHHH (como estoy con las onomatopeyas)

Yo: ¡PARÁ, ESTÚPIDA! ¿¡NO VES QUE NO SÉ QUÉ HACER CUANDO LA GENTE LLORA DE FELICIDAD!?



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Y sí...

...es más fácil cuando sólo se expresa por Facebook...

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martes, 20 de abril de 2010

Voces urgentes

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Tal vez no nos acerque ni mucho ni menos a las utopías.

Definitivamente no alcanza a la justicia.

Pero al menos nos permite sentir que el aire se respira algo mejor.



Al menos, un poco mejor.


Buenas noches, Bignone


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http://www.elpais.com/articulo/internacional/Condenado/25/anos/prision/ultimo/presidente/dictadura/argentina/elpepuint/20100421elpepuint_4/Tes

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jueves, 15 de abril de 2010

A cuento de la falta de cuentos

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“Eres un recién llegado y yo ya soy tu aprendiz”

Ismael Serrano



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Llegó una duendecilla con gesto tímido, pasos algo torpes y sonrisa angulosa.
Dejó el pegaso que la acompañaba al resguardo de un roble amistoso y se acercó al pájaro que adornaba una rama al sol del camino .

"¿Alguna novedad?" preguntó al Milano en reclamo de un encargo reciente, y de un anhelo tal vez desmedido.

El ave carraspeó su pico gastado y se acicaló una de sus alas de plumas viejas antes de contestar.
"Mire, joven. La morada está vacía, vengo de allí. Ayer pasé también y sólo vi un par de roedores ebrios y un macaco desvariante. A sabiendas de que era un intento de improbables resultados exitosos, les intenté preguntar. Entre los balbuceos de dos de ellos -uno de los ratones no despertó de su borrachera- me dijeron que han visto al León Marcado entrar presuroso y salir más empedernido. Así un par de veces, pero poco quedarse"

La duendecilla entreabrió su boca para emitir alguna interjección de asentimiento que hiciera continuar el relato. No salió ninguna. Pero el Milano está viejo y sabio, no necesita de un "Ajá".
Entonces prosiguió:

"Si bien no soy de malas costumbres, la puerta abierta me permitió asomarme un poco a la morada. Sin tener que deducir demasiado, y sólo jactándome de mi buena vista, le cuento que hay vestigios de uso en la cama de la fiera. Tanto como hay indicios de que el abrazo de Morfeo lo ha encontrado a su León algunos pasos antes de llegar al lecho en una que otra ocasión. Libros desparramados. Vasijas y cubiertos acumulados. Y canciones de aquel poeta de unicornios que se repiten. Más no puedo decirle"

Dejó el Milano un pequeño espacio para que la duendecilla sintiera que el relato ya había concluído. Una vez que esto ocurrió, acercó sus ojos brillantes a la pequeña y casi le susurró como quien cuenta algo que sólo es importante para pocos:
"Pero, viniendo de ese sujeto, y si yo conozco esa melena oscura, no necesariamente es mala señal la ausencia"


"Bueno... por lo menos que alguien lo haya visto rondar... sabía de esas mañas de no andar asomando mucho la melena, pero tanto tiempo sin dejar marca... me había llamado la atención..." respondió ella, como si fuera una nueva pregunta.

El pájaro estaba lo suficientemente grande y era lo necesariamente bueno como para sentirse abuelo ocasional. Tanto que todos recurrían a él preguntando cosas, cómo él las buscaba responder porque amaba esas ocasiones. Y así, como un abuelo, en un guiño le dijo: "Puedo decirle algo que es tan venturoso como terrible: Las historias se siguen congregando en la morada oscura. Llegan unas traídas por la brisa. Y más cuantas por vendavales. Sólo debe ocurrir que las garras puedan posarse sobre ellas. Mientras tanto, se siente como el aliento de dragón acumulado. Es un ambiente tibio... que necesita estallar".

La duendecilla sonrió, y bien que le salía sonreír así.

El Milano viejo se hizo el pájaro viejo (que no es lo mismo): "Pero... ¿quién sabe de los cuentos, no?", dijo de costado, como quien dice una expresión liviana.

"Yo sé de alguien que algo va sabiendo..."



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