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Llueve tanto afuera que causa dolor.
Solo un piano canta mi desolación.
Víctor Heredia
(si yo tuviera una sombra de su poesía nomás...)
(si yo tuviera una sombra de su poesía nomás...)
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Ocurre que dos personas -esas dos personas, sólo juntas y sólo dos- pudieron hacer del amor un cuerpo vivo que se respiraba y bebía. Como aire cálido y perfumado en la sangre, como néctar corriendo por las venas.
Ocurre que la distancia es arquitecta y el amor no sabe qué hacer con tanto pero tanto.
Y juntos, amor y distancia, construyen muros.
Pero el amor no quiere paredones como fronteras. Entonces, creyéndose a espaldas de la distancia, y de la mano ávida de los anhelos; toma los muros, los acomoda para desarmar laberintos, los encima para volar arrastrando los pies.
Amor y anhelo, muro tras muro y muro sobre muro, edifican entonces un castillo.
Algo de angustia lo decora de colores que ya no tiene, que alguna vez quiso tener.
Algo de dolor lo vuelve firme como una fortaleza.
Pobre amor.
La distancia es arquitecta. Y los anhelos, la angustia y el dolor son obreros como mercenarios.
El castillo es enorme, colosal, bello y luminoso.
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Un castillo enorme, colosal, bello y luminoso
de muros ciegos sin puertas ni ventanas.
de muros ciegos sin puertas ni ventanas.