jueves, 10 de abril de 2014

La huelga. Eso que se hace.









Voy a ser cortito en la expresión buscando no ser corto en el planteo. El derecho a la huelga es una forma legítima de protesta. Hasta ahí todo bien.

Pero el tema no es la huelga en este caso. Los clamores sociales y las acciones colectivas son la parte central –y centralmente la única- de los cambios de nuestra historia. La huelga es la acción, pero antes que eso también hay un por qué y un quién.

El por qué es ampliamente debatible e históricamente cuestionable (hasta sujeto incluso a contextualizaciones contrafácticas). Sí, creo que el país está mucho mejor que hace años.  Pero también soy lo suficientemente inteligente para saber que esto no se trata de simples comparaciones históricas. Porque también es cierto que ni el país ni el mundo es el mismo que hace –nomás- diez años. Y eso supone analizar tantas variables que resultan favorables y pretenden relativizar las mejoras –que, por cierto, hay que conseguirlas igual, aun con viento a favor, ya que no suceden por arte de magia y ya- como los yerros –que los hay también, tanto por mala leche como porque hasta la magia le falló a Merlín-. Y también pretende reproducir una idea nefasta de “enemigo” en tal o cual gobernante.  Tenemos una historia plagada de corruptos, personalistas y simples oportunistas con carisma. Pero  aun así hay una idea de “enemigo” puesta en el cargo ejecutivo que desvirtúa todas las luchas por una democracia mejor. A modo de ejemplo, y por ser el más gastado, si decimos que “la presidenta” hizo tal o cual cosa (por ser tal o cual cosa)… ¿no estamos justamente bastardeando aquello que proclamamos y reclamamos de la democracia? ¿De qué hablo? División de poderes, elección de representantes en los poderes para que justamente ejerzan no solo un buen ejercicio desde lo proactivo de la acción creadora de políticas y medidas, sino también desde el mutuo control de la gestión. Porque decir que un gobernante hace macanas, es decir que todos los legisladores hacen macanas al controlarlo, y es decir o que debemos revisar a quiénes ponemos al cargo de cada cargo… o que de golpe no defendemos tanto la democracia más que en que debiera hacerse lo que creemos que debe hacerse.  Seamos muy críticos, sí, pero sin perder nociones básicas donde el análisis sea integral de un gobierno, y para eso rescatemos uno de los principios básicos de la forma representativa y republicana de la democracia: el gobierno son todos los gobernadores, ministros, asesores, diputados, senadores… A partir de eso, pensemos qué pluralidad de visiones estamos llevando a los cargos. Y qué honestidad de personas los ocupan. Y sino… repensemos con qué tanto compromiso votamos (y eso incluye un ejercicio previo de informarse y pensar que no puede hacerse después de las medialunas, el café con leche y las puteadas, cuando ya estás entrando al cuarto oscuro). Y sumo a esto otra pregunta al por qué hacemos paro. ¿Ganamos con el paro? ¿Somos un país que tenemos en claro el profundo significado de esta medida para ponerla en juego a pesar de las enormes significaciones económicas, políticas y laborales –todas sociales, a fin de cuentas- que implica? Si es así, bienvenida la elección de cada uno de hacer o no paro.

Porque el paro… es una elección personal, ¿no?

Claro, la otra parte, que haré más simple. ¿Quiénes hacen el paro? No hablo de vos o de tu viejo o de mí mismo. Que –espero- sentados en un profundo debate de razones, causas y consecuencias, tenemos libertad de elegir como reclamar. Hablo de los promotores. Nadie cree en el sindicalismo representativo, transparente y luchador que pone codo a codo a obreros y patrones. Pero el rol mediador por un lado que debieran cumplir los sindicatos, y garantista de derechos  (no solo laborales) que tienen como eje por el otro, deben ser las causas de todo su accionar.
Y así no hablo de vos, de tu viejo o de mí mismo, que día a día salimos a hacer más o menos, a veces por voluntad y esfuerzo, muchas otras por posibilidades, lo que tenemos que hacer para vivir dignamente, y en el mejor de los casos teñido de lo que queremos hacer (y, digan lo que quieran de ideologías en este punto, pero desde que manda el capitalismo neoliberal cada vez menos casos de los últimos). Hablo de un paro entre cuyas caras visibles tenemos a dos individuos los cuales están asociados a incontables acciones violentas (aun antidemocráticas, como aquellas urnas calientes hace unos años), causas de corrupción y todo un historial de promover amenazas a quienes no acompañen con su voluntad individual en el libre ejercicio de la huelga… lo que se decidió que hagan con su libre ejercicio.

La comparación  más odiada del mundo la pongo a cuento para pensarlo nomás. Imaginemos una causa muy justa. Soñemos un juego donde se nos ocurra el accionar más transparente del mundo. Con un objetivo que se mire donde se mire sea bueno en sí mismo. Ahora pongamos en ese lugar, bien al lado nuestro, a un personaje despreciable. Y que sea despreciable no solo por su accionar sino por su decisión de continuar esas acciones también despreciables. Pregunto para que todos nos preguntemos, ¿si Hitler en sus ratos libres como genocida decidiera poner un refugio para perritos de la calle… aceptarían trabajar con él?


Ayer leía a cuento de otras cosas al tan cuestionado a veces –por mí al menos- Galeano y pensaba en cuánto acierto tuvo para describir mi sensación sobre esto:


“No son pocos los intelectuales del norte que se casan con las revoluciones del sur por el puro placer de enviudar.”



(Ah, sí. Hablo de Moyano y Barrionuevo. Digo, por si no lo dije.)


http://www.youtube.com/watch?v=fvMYx1jJ0V0


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