lunes, 24 de septiembre de 2018

Tres mosqueteros

"Pero dale no me retes,
no me trates tan absurdo
Demasiado poco amable ya es el mundo."
I. Noble




-¿Y te contestó algo?- le dijo Ireneo sin mirarla. Si bien sus ojos seguían en el saquito de té que tenía en la taza, tenía la mirada dura. Su expresión cargaba un gesto que era a la vez valiente e inútil, como quien desvía la vista cuando interroga sobre una avalancha que está a punto de consumirlo.
-No- contestó Sybil.- Nada-
- Es increíble como cambia la gente. Hace un tiempo nomás solíamos andar los cuatro de acá para allá, siempre juntos. Vos, Aurelia, Cruz y yo, todo el tiempo, hablando de amistad y de cuidarnos las espaldas, de risas y viajes… Je… - rió tan forzadamente que ese JE fue solo onomatopeya- …¡será que no todos son como enuncian!-. El tono risueño que quiso imponer fue de papel. Sybil lo estrujó en el aire sin mayor reparo.
- Me da bronca. Y verte a vos mal también.-
Ireneo practicó una respuesta que abandonó. Su boca entreabierta decidió no regalarle más nada a la papelera de la conversación.  -Sí, me da mucha bronca. Me duele.- Al menos las siete palabras elegidas eran imbatibles en su tristeza. Aun si no tenían mucho más para ofrecer que tristeza.
-Ojalá algún día podamos dejar de hacernos problema. Aurelia ya eligió con quien quiere estar… y no somos nosotros.-
Ireneo bebió apenas un sorbo de su infusión. -Cruz me dijo hace unas semanas… que quería hablar con Aurelia-.
- ¿Para?-
-Porque está podrido de verme mal y que ella no sea capaz de aclarar las cosas-
Sybil hurgó dentro de un paquete de galletitas. Sus dedos le pusieron mucha atención a la búsqueda ciega hasta que parecieron elegir la más adecuada. Se dejó ver una casi redonda masa de vainilla con un centro de dulce de membrillo brillante. Se detuvo cautiva en la mano de la muchacha, que pasó a desatenderla, como sucede con muchas cuestiones cuando ya son apresadas. -Aunque no me contestó, el otro día le escribí otra vez a Aurelia. Le puse que es más difícil superar a una ex amiga que a un ex marido.-
Ireneo dejó escapar una pequeña carcajada furtiva. Fue casi insonora. Sybil la reconoció, sin embargo, con suma facilidad. Su frase hizo efecto justo en ese lugar del cerebro que combina la inteligencia con la diversión. Y ella sabía ver en Ireneo encenderse como relámpagos esos aciertos gramáticos.
-Somos pocos así. Digo, los que pensamos así. Es difícil vivir siendo tan distintos. Sobre todo porque no podemos entender cómo el resto puede vivir así. Yo, por ejemplo, sé que pienso muy distinto que muchos, y sin embargo, eso no quita que sepa lo importante de atender lo que le pasa a los que me importan. El tema realmente no es que no seamos iguales, sino que en cosas fundamentales, de esas que se miden en valores, seamos muy distintos.-
-Yo me quedo tranquila que hice hasta donde era sano y estaba dentro de mis parámetros de amistad. A pesar de eso, me jode, me duele. -
-Y sí…- apuró Ireneo- ...porque te importa. Y al atender lo que nos importa nos desnudamos un poco. Supongo que duele ser valiente al pedo con algunas personas-.  Bebió otro sorbo de ese té ya frío. Sus tonos de cierre muchas veces eran una contradicción entre la sombra triste que guardaban y la fuerza de sentencia que construían nomás dejar sus labios.
En ese momento, como si fuera más causa que azar, llegó un mensaje de Cruz. Ambos lo leyeron y sonrieron. Sybil guardó la galletita aún intacta otra vez en el paquete.