domingo, 4 de octubre de 2020

Abrigar los huesos

Wotan compuso esa noche, con su vida infame como cuerdas y vientos, una melodía de esas que uno se canta con tristeza antes de dormir. Suspiró callejones de esos que, una vez puestos a ser recorridos, permiten la circulación de una mano de ida de penurias y otra mano de vuelta de méritos. Apasionado con sus propias dichas de corrección, hizo un coro de tribulaciones acerca de los zapatos que lleva puestos en ese camino. Y erguido ante la templanza feroz de la bestia agonizante, repitió el estribillo estoico de quien solo vende caras sus derrotas con un sello de silencio en sus labios. ¿Mintió esa noche alguna verdad? No, esa noche no se permitió permitirse sus propias trampas. Cauteloso y desconfiado, mostró puntas de lanzas ya manchadas que él sabía que sostenía de larguísimas varas desde el cascarón de a porrazos que es su envase. Tampoco hizo tiros de distracción de sí mismo. Y, peor aun, guerrero sin miedo a todo. no se presentó cargado de pólvora y amenazante de chispazos solo para que hasta las mariposas huyan de ese fuego; sino que, con la locura danzando sobre una pequeña vela, rescribió la valentía de darle una chance a esa penumbra con tonalidades pastel de la que se hizo cómplice.

Wotan ronda a vuelta y contravuelta en su refugio de lodo y rugidos. Sus pies aun se afirman en el frio de esa madrugada mientras lo seduce la carrera de ser el de siempre, sangrando cada músculo mientras desafía mil pistas laberínticas donde –él lo sabe- no hay nadie alentando en las gradas. Ganar o perder es imposible, solo sigue corriendo; y escupe de tanto en tanto el almizcle agrio de su deseo más humano. En los pasillos del infierno uno que otro se asoma curioso por las mirillas.

Wotan pasa silbando a intervalos. Se descubre en su cancioncilla y se interrumpe. Da un par de pasos, sangra sin atender las hiedras que crecen de sus charcos y, pensando en la próxima fatiga que ya prepara el cachetazo, se distrae y vuelve a silbar. Solo unos momentos dura la música hasta volver a notarse a sí mismo en ese juego. No hay –cree, dice- tantos méritos en su humanidad. Ya no sabe si el deseo lo hace componer melodías, o si tenía aprendida la tonada y el deseo lo empujó hoy como un altar de espuma. Dos vasos apenas son bebidos esa noche. Wotan, de a ratos sí de a ratos no, silba una melodía que anda molestando a todos sus demonios.

1 comentario:

Laila dijo...

Crudo y hermoso.