¿Entonces, recomendás o no el libro? Sí, claro. Porque funciona. Porque hay algunas historias que son predecibles porque ya vimos cien veces sus recursos para tocarnos el corazón, y no por eso dejan de hacerlo. Porque la trama es simple pero bella. Porque el final es un tercer acto para que tu cabeza lo nutra de grandilocuencia como si estuvieras en una superproducción de Hollywood… o en la ópera del mejor teatro de Paris, Madrid o Buenos Aires. Porque todos necesitamos creer que en el mundo pasan cosas que nos dan esperanza. Que la gente se une, que las manos se tienden, que las personas tienen gestos de grandeza cuando son necesarios. Que todo puede cambiar si no nos rendimos. O al menos, creer que el mundo aún puede darnos un rato de magia. De esa magia que lo sigue siendo aunque conozcamos sus trucos.
PD: Hay una película francesa basada en este libro, “Los chicos del coro”. No la vi, pero un relato así solo puede arruinarse con esmero. Así que debe estar bien. Me avisan si la vieron.