sábado, 25 de diciembre de 2010

Nacimiento

.
Dicen que dicen que en el barrio hay un fantasma. Ahí en “la casa de casi la esquina” dicen algunos.”En la casa donde se cayó el árbol” dicen otros. Y nadie dice mucho más porque no hay mucho más que decir. De hecho, pocos lo dicen. Solo algunos y otros lo dicen porque la verdad es que el fantasma pasa casi desapercibido para el barrio. Nadie sabe y nadie se interesa por quién vive en la casa de casi la esquina donde se cayó el árbol. Y si algunos y otros comentan, suelen comentarlo solo durante las navidades. ¿Por qué en navidad? Porque el fantasma es más fantasma en navidad. Tanto así que nadie -ni siquiera algunos y otros- pueden asegurar que hay un fantasma el resto del año. El resto del año es solo la casa de casi la esquina, la del árbol caído. Pero hacia fin de año, si es que hay un fantasma, es más fantasma.

Pero… ¿Alguien lo vio?”. Cada tanto aparece alguno con las preguntas necesarias para que en una casa de barrio pueda decirse que vive un fantasma.

Y todos –que son unos pocos- comienzan con anécdotas que “le contaron” algunos y que “le pasaron” a otros.

Es un hombre que murió de soledad” dice una señora de esas que baldean la vereda no tanto por limpiarla.
Es el espíritu de un amante abandonado” asegura una joven antes de correr el colectivo.
No sé, de tanto en tanto se escuchan ruidos. Pero no estoy seguro. Acá se comenta que vivía un chico, uno que andaba en cosas raras… dicen que lo mataron durante la dictadura. Pero cada tanto algo se escucha, algo se ve en esa casa” comenta como voz autorizada a saberlo todo el diariero del barrio.
Hay un monstruo, uno muy malo” Eso… Eso suelen decirlo los niños… y algunas señoritas también.

Sí, yo lo veo cada tanto” Dice el vecino de la casa de al lado –sí, la casa “de la esquina”-. “Acá vive un fantasma

Ya no hay supuestos ni “me dijeron”. El vecino lo vio. En la casa del árbol caído hay un fantasma.

Y… ¿Cómo es? vuelve a preguntar el azaroso encargado de continuar el mito del barrio.

Es… un fantasma… Pero no tiene mantas blancas ni cadenas. No ronda brillando en la oscuridad ni se presenta como un demonio espantoso. No, nada de eso. Pero en navidad… en navidad tiene algo que aprieta el corazón. No sé si asusta, pero ahoga verlo….”

Algunos, con la piel de gallina, tragan saliva. Otros se aferran a las manos de sus madres para encontrar el valor y no dejarse consumir por el misterio. Y así y todos, son unos pocos.

“Ayer, lo vi otra vez… ayer era nochebuena y lo vi pasar desde mi terraza. Faltaban unas horas para que sea navidad y lo vi
” El vecino hace una pausa, inhala aire en un gesto de compasión con el desenlace de la historia. “Acá al lado vive un fantasma. Ayer lo vi. Ayer él me miró también. Quise decirle algo. Quise hablarle como si fuera uno más. Pero tenía esa mirada” y toma un suspiro, y en un suspiro deja un deseo de navidad, un rezo para el dolor. “Ya pasará todo esto. Ya pasará navidad. Ya dejará de intentar no oir las risas y los encuentros. De ignorar las alegrías impiadosas de otras épocas que no fueron. De sangrar por las felicidades que el destino le debe a cuenta de otros pasos. De sentir buscar alcohol y no poder brindar. Ya dejará de ser un alma en pena. Esto pasará y volverá a ser solo un fantasma

Nadie pregunta. Nadie quiere saber qué hace que el fantasma de la casa del árbol caído sea un fantasma. En definitiva, todos saben que en la casa de casi la esquina hay fantasma, y nadie pregunta para saber otra cosa. Todos preguntan para saber que hay un fantasma. Nada más.
"Esa mirada infinitamente triste...

...ya volverá a dejar lugar a sus ojos infranqueables".


.


Si te arrancan al niño que llevamos por dentro.
Si te quitan la teta y te cambian de cuento.
No te tragues la pena porque no estamos muertos.
Rosana
.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El grillete, lo impotente

.


El encierro tiene en si mismo una declaración de impotencia. Así, tan manifiesta, resulta la condición de no propiedad de lo que se ha hecho prisionero.


Lo realmente propio lo es por pertenencia y no por privación. Por esto la jaula es una manifestación de impotencia, entonces. Sí, claro, es una forma de poder también. Pero es otro tipo de poder que, ciertamente, no suple la imposibilidad de poseer. Solo se "tiene". El poder de no dejar escapar es así, depende de un accionar opresor. Por mucho que robe arena y agua de mar no podré nunca hacerme de esa playa.


Poseer, en cambio, tiene el sonido de un pacto. Un pacto donde el ejercicio de una voluntad se estrecha con el de otra. Se abraza, se reconforta.


Si hay más de un individuo en el juego lo cautivo debe ser lo que antes ha sido cautivado desde la atracción, la libertad, la decisión, el sentimiento.

Es así, no hay vuelta que darle: La única forma de poseer por decisión individual... es comprando un mueble.




.


Tan nefastos los hombres.

Tan nefastos y evidentes para lo atroz.



Donde un hombre coloca cadenas deja ver la ausencia de lazos.



.


VI.
Hoy
Pasaron muchos días desde la primera vez que el jilguero se detuvo en el balcón. Regresa siempre. Siento su entrega a mi afecto, su total confianza. Ya come de mis manos. Me bastaría cerrar los dedos en torno a su cuerpecito y podría ponerlo en una jaula. Pero mis manos no desean ser su jaula. Mi corazón tampoco. Mirándolo, toco su plumaje. Mirándolo, su hermosura. Y es mío porque lo quiero. Todo lo que amamos nos pertenece y somos de quienes nos aman. Así de fácil es querer cuando se quiere de veras...
- Elsa Isabel Bornemann
(si alguien se atreve a llamarme escritor,
sepanló, es por culpa de esta mujer)

jueves, 2 de diciembre de 2010

Distrae al dolor

.

"...sólo un trago antes de irse a la cama,
si total mañana nos volvemos a encontrar..."
Ariel Rot


.


La soledad se sentó en mi mesa reclamando lágrimas para saciar su sed.


Sonreí.

Con la misma maldita y falsa sonrisa llené mi vaso con un poco de buen vino.

Llené también el suyo.

No conversamos. A pesar que la soledad suele tener mucho para decir no lo hicimos. Dejamos pasar instantes sin mirarnos. Ninguno de los dos necesitaba ver al otro para ahogarse en la presencia.


Súbitamente me precipité hacia ella y estallé la botella en su cabeza.

.

Me sentí sereno aun en lo brutal de mi acción.

No me sentí a salvo de su abrazo ni siquiera cuando se tomaba la herida rodando de dolor en ese cochino suelo.




La soledad aun me acecha pero ya no bebe conmigo.




(Hay quien dice que la soledad no bebe porque está muy adentro de uno.
Suele pasar que lo que más adentro está, más sed tiene; eso digo yo.)

.