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Dicen que dicen que en el barrio hay un fantasma. Ahí en “la casa de casi la esquina” dicen algunos.”En la casa donde se cayó el árbol” dicen otros. Y nadie dice mucho más porque no hay mucho más que decir. De hecho, pocos lo dicen. Solo algunos y otros lo dicen porque la verdad es que el fantasma pasa casi desapercibido para el barrio. Nadie sabe y nadie se interesa por quién vive en la casa de casi la esquina donde se cayó el árbol. Y si algunos y otros comentan, suelen comentarlo solo durante las navidades. ¿Por qué en navidad? Porque el fantasma es más fantasma en navidad. Tanto así que nadie -ni siquiera algunos y otros- pueden asegurar que hay un fantasma el resto del año. El resto del año es solo la casa de casi la esquina, la del árbol caído. Pero hacia fin de año, si es que hay un fantasma, es más fantasma.
“Pero… ¿Alguien lo vio?”. Cada tanto aparece alguno con las preguntas necesarias para que en una casa de barrio pueda decirse que vive un fantasma.
“Pero… ¿Alguien lo vio?”. Cada tanto aparece alguno con las preguntas necesarias para que en una casa de barrio pueda decirse que vive un fantasma.
Y todos –que son unos pocos- comienzan con anécdotas que “le contaron” algunos y que “le pasaron” a otros.
“Es un hombre que murió de soledad” dice una señora de esas que baldean la vereda no tanto por limpiarla.
“Es el espíritu de un amante abandonado” asegura una joven antes de correr el colectivo.
“No sé, de tanto en tanto se escuchan ruidos. Pero no estoy seguro. Acá se comenta que vivía un chico, uno que andaba en cosas raras… dicen que lo mataron durante la dictadura. Pero cada tanto algo se escucha, algo se ve en esa casa” comenta como voz autorizada a saberlo todo el diariero del barrio.
“Hay un monstruo, uno muy malo” Eso… Eso suelen decirlo los niños… y algunas señoritas también.
“Sí, yo lo veo cada tanto” Dice el vecino de la casa de al lado –sí, la casa “de la esquina”-. “Acá vive un fantasma”
Ya no hay supuestos ni “me dijeron”. El vecino lo vio. En la casa del árbol caído hay un fantasma.
“Y… ¿Cómo es?” vuelve a preguntar el azaroso encargado de continuar el mito del barrio.
“Es… un fantasma… Pero no tiene mantas blancas ni cadenas. No ronda brillando en la oscuridad ni se presenta como un demonio espantoso. No, nada de eso. Pero en navidad… en navidad tiene algo que aprieta el corazón. No sé si asusta, pero ahoga verlo….”
Algunos, con la piel de gallina, tragan saliva. Otros se aferran a las manos de sus madres para encontrar el valor y no dejarse consumir por el misterio. Y así y todos, son unos pocos.
“Ayer, lo vi otra vez… ayer era nochebuena y lo vi pasar desde mi terraza. Faltaban unas horas para que sea navidad y lo vi” El vecino hace una pausa, inhala aire en un gesto de compasión con el desenlace de la historia. “Acá al lado vive un fantasma. Ayer lo vi. Ayer él me miró también. Quise decirle algo. Quise hablarle como si fuera uno más. Pero tenía esa mirada…” y toma un suspiro, y en un suspiro deja un deseo de navidad, un rezo para el dolor. “Ya pasará todo esto. Ya pasará navidad. Ya dejará de intentar no oir las risas y los encuentros. De ignorar las alegrías impiadosas de otras épocas que no fueron. De sangrar por las felicidades que el destino le debe a cuenta de otros pasos. De sentir buscar alcohol y no poder brindar. Ya dejará de ser un alma en pena. Esto pasará y volverá a ser solo un fantasma…”
Nadie pregunta. Nadie quiere saber qué hace que el fantasma de la casa del árbol caído sea un fantasma. En definitiva, todos saben que en la casa de casi la esquina hay fantasma, y nadie pregunta para saber otra cosa. Todos preguntan para saber que hay un fantasma. Nada más.
"Esa mirada infinitamente triste...
...ya volverá a dejar lugar a sus ojos infranqueables".
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Si te arrancan al niño que llevamos por dentro.
Si te quitan la teta y te cambian de cuento.
No te tragues la pena porque no estamos muertos.
Rosana
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