martes, 20 de julio de 2010

Quien me pinta

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Se acomodó el Hadita en el rincón más oscuro de la morada oscura. La noche, sin embargo, no era tan oscura.
Ella sonrió y el León Marcado se hizo el que protestaba entre dientes. Y luego sonrió él, aunque entre dientes otra vez. El Hadita tenía ese poder. “Cosas de hadas” decía el León como si se quejara.
Y la noche era aun menos oscura.

Un cuento se apareció en la morada. Al León le gustaba ver como los cuentos inflaban el pecho para empezar a ser. Y este era un cuento pequeñito. O eso decía.

El León miró de reojo al Hadita. El Hadita seguía sonriendo. Por los cuentos, por el León. Por la luz en esa noche oscura.

Y el cuento empezó diciéndose a si mismo: ¿Te puedo contar un cuentito?, ¿uno bien cortito?

- No se pregunta eso – dijo el Hadita

-¿Aunque se me haya ocurrido recién recién?, ¿aunque aun cuando empiece a contarlo le voy a ir asignando las palabras sobre la marcha? – se emocionó el cuento.

- Ya estoy con frazada encima, sentada como india, y con esa "sonrisa de cuento"

-No te acomodes mucho... – dijo el León Marcado

- ¿Por? – preguntó ella.

-Porque se ve que es un cuento corto. Creo que no llevará más de unos segundos – dijo el León. Algunos decían que el León sabía de cuentos.

- Igual, lo ameritan esos segundos – dijo el Hadita. Ella siempre los mimaba a los cuentos...






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El otro día me senté en una silla que siempre tengo al lado de la estufa en el invierno. Había pasado por una de esas noches en las que uno corre y se preocupa por la gente. “Más viejo y más cansado” decía el poeta, y a veces así se siente. Pero había pasado una noche de esas en las que uno sale preocupado. Una noche de mucho frío y lluvia en las que más viejo y cansado no importa. Importa el otro. Y uno sale por el otro.

Y, les contaba, sentado al lado de la estufa (esa que tiene una silla siempre a su lado en el invierno) me dije "que dicha eso de aun tener amigos que me hacen salir corriendo entre la noche y el frío preocupado por ellos".

Noche, frío y lluvia. Estoy repitiendo mucho eso. Será que la amistad no es fácil. Y siempre dije que es muy difícil ser mi amigo. Yo no creo que pudiera serlo.


Bueno, el caso es que había pasado una noche de esas (de frío y lluvia). Una noche de esas que uno corre por el otro. Por que se preocupa uno. La amistad es así.

Me puse a pensar, ya de regreso, en mi silla, al calor de la estufa (y era invierno, ¿les dije?) en cuántos amigos uno puede contar.

¿Alcanza con una mano?
¿Necesitaré los dedos de las dos?

Y me dí cuenta que es paradójico hasta casi rozar la ironía: Ocurre que en los momentos de crisis es cuando no puedo contarlos.
Resulta que cada vez que se viene la tormenta no puedo tildar uno a uno mis dedos, poniendo mentalmente en ellos el nombre de mis amigos.
Cuando hay tempestad, siempre, inevitable e ineludiblemente, ellos me estrechan sus manos alrededor de las mías.
.Fuertes
. Firmes
. Cálidos

Y no puedo contar con mis dedos.
Y así, cubiertas mis manos por las suyas, no hace falta.


Porque no cuento con mis dedos, cuento con ellos.

La amistad no es fácil. Pero, a fin de cuentas, el frío, la noche y la lluvia son una parte del camino.



Acá se siente el calor de la estufa.


A esta silla le puse un nombre con letras grandes en el respaldo.

. La llamo “Amigo”



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- No era tan pequeño. Casi gigante diría.

El León sonrió. Ya no entre dientes.

La noche no era tan oscura.

Ni tan fría.




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