"Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!"
El Principito sigue siendo un libro de cabecera. Uno de esos que puedo abrir al azar. Lo que transcribí ahí arriba (arriba de este párrafo) (digo, por si alguno pensó que escribí cosas en el cielo, en un décimo quinto piso o en lo que ustedes consideren "arriba") es una de las frases de despedida del Principito. El regalo que le deja al aviador: "estrellas que saben reír".
Hoy, ahora, en el momento que estoy escribiéndo esto, una de mis mejores -y pocas- amigas sale volando (en avión, claro. Sus superpoderes pasan por otros lados) hacía España.
A probar, a seguir, a darle vida a la vida.
Y, yo y los que quedamos acá, tenemos que lidiar con ese irremediable sentimiento de angustia y vacío. Con esas ganas tan pero tan fuertes de poner cada una de las fibras de nuestro ser al servicio de oponer fuerza física a sus planes. De amarrarla, de anclarla, de callarla -porque a esta altura estaría pegando uno de sus agudos gritos-. De tenerla en un abrazo, de poner tono de Marge Simpson y decirle "A tí nunca te dejaré ir". Pero no, te lo agradezco pero no (dijo Ale Sanz) (dijo eso y que "no es lo mismo"). Pero no. Solamente porque es tanto el cariño, que ganan las ganas de ver sus sueños cumplidos, aunque ellos nos alejen un rato. O dos ratos. O tres. Lo mismo da. Ya un rato es interminable cuando se extraña.
Y acá quedamos. Con angustia, con una necesidad de abrazo, de grito, de risa, de todo. Todo lo que falta cuando se va una de esas personas. "Los imprescindibles" dice Bertold Brecht. Una niña de las más afectuosas en la amistad, el cariño, la hermandad; una mujer de la guerreras por esas guerras que muchas veces olvidan acerca de honor y bondad; una Scout de esas que suben la montaña solo para ver como se ve el banderín en la cima -aunque a veces al llegar vea que olvidó llevarlo con ella...-; una de mis mejores amigas en mano tendida en la tormenta, en el aliento en la fatiga de la carrera, en la compañia en el silencio del ser. Vaya que falta.
Y acá quedamos. Pero quedamos con la fuerza esa que sale en torbellino para asistir cada uno de sus pasos. Con el deseo de saber que la mochila que se lleva se carga con sueños a cumplir, y con falta de sueño por sueños cumplidos. Con saber que somos raíz, el uno del otro, el otro de cada uno. Quedamos con la certeza de tener lazos de amor y magia que se pasean victoriosos de una orilla a otra del océano.
Y quedamos como el aviador. Con nuestra estrella.
Y con nuestro regalo.
La maravillosa sensación de escuchar a todo el Viejo Continente sacudirse a carcajadas cada vez que Lunga se ríe.
Aunque eso signifique extrañarte -si eso es posible- un poco más.
Ahora te dejo yo un regalo:
NO ESTARAS SOLA
Ismael Serrano
No estarás sola,
vendrán a buscarte batallones de soldados
que a tu guerrilla de paz se han enrolado.
Y yo en primera fila de combate abriendo trincheras
para protegernos, mi guerrillera.
No estarás sola, te saludarán a tu paso en mil idiomas, con mil lenguajes,
la gente a la que despertaste en cada viaje.
Los que dormían en las calles,
a los que preguntaste por su esperanza, por su desastre.
No habrá distancias que no cubra cualquier hombre que te busque.
No habrá rincón en que tu nombre no se pronuncie.
No habrá misterio o duda en que tu presencia no luzca.
Faro solidario en ausencia de paz,
en tiempos difíciles Estrella Polar.
Sola nunca, nunca estarás.
No estarás sola, siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida.
Quien te de aliento cuando te des por vencida.
Tu revolución llenará sonrisas, yo la incorporé a mis aperos de trabajo,
a mi vida.
Clava hoy tus raíces en mí.
Quién pudiera retenerte en Madrid.
Visitaremos lugares a los que hemos ido antes juntos,
antes de conocerte, antes de encontrarte.
No estarás sola, siempre habrá quien te ayude a hacer las mudanzas.
Quien te regale manos, flores, presencias sin pedir nada.
Y allí estaré para amarte, y aunque no esté,
allí estaré para amarte.
No estarás sola.
No, no estarás sola.
No estarás sola.
Hasta la próxima guardia, amiga.
Te quiero mucho.
(Todos lo hacemos)
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