Llevaban años juntos. Se enamoraron en su juventud, y desde entonces aprendieron a entenderse, acompañarse y respaldarse.
Se sentían y respetaban. Se ayudaban y contenían.
Ella era una mujer que sin destacarse lograba ser única.
El era un hombre sosegado y discreto del montón.
Ella tenía mil manías.
Él apenas alguna
Ella llegaba a obsesionarse.
El siempre sabía acomodarse.
Ella era capaz de reordenar 10 veces un mismo cajón; de molestarse hasta la médula si encontraba un libro subrayado, un CD fuera de su caja, un cuadro desnivelado, una palabra fuera de lugar.
El no compartía el mismo vaso con nadie y leía el periódico de atrás para adelante.
Fuera de eso toleraba y acompañaba con tierna paciencia. Consideraba que había cosas más graves de las cuales preocuparse. Y de las situaciones cotidianas bastaba con ocuparse.
Rara vez peleaban. Bastaba con que ella reordenara alguna idea salida de su boca para que él guardara silencio. En cuanto el enojo se hacía presente, él apuraba a pacificar a su mujer con gestos de comprensión y entrega. Algunas veces ella entendía sus errores y se sentía bastante culpable. Otras ella aceptaba las disculpas y la culpa era menor. Sea como sea, él moldeaba su temperamento en lo que, según él mismo decía, era una forma de ser feliz y hacer feliz a un tiempo.
Claro, tenían problemas, como todos. Pero no entre ellos, él procuraba que eso sea un cristal indemne. “La vida misma pone escollos como para tener que ponerlos nosotros” repetía él. Y ella se sentía amparada en un sabio protector. Entonces, cuando alguna cuenta apremiaba, o algo se rompía, o un inconveniente surgía; él tomaba asunto por asunto y los resolvía serenamente antes de que ella pueda tomar conciencia de crisis.
Aquella noche especial ella planeó una cena distinta, y compró una botella de fino vino tinto. Dado que el azar no los había sorprendido; y a pesar de haber comentado el tema mil veces; la charla de esa noche podría ser la decisión voluntaria y estudiada de convertirse en padres.
Ella estaba tan ansiosa que tropezó con ella misma un par de veces: El pollo se doró más de lo debido, dejando toda la casa con olor. En su afán de crear el marco perfecto manchó con cera el mantel y su propia ropa al prender las velas de la mesa del comedor. Y aquel CD romántico y perfecto, increíblemente para su cuidado, no estaba en su correspondiente caja.
El tuvo un día agotador en el trabajo. Apenas cruzó el umbral del hogar, sonrió. Ella lo besó y exhaló algo de fastidio. El sintió el aroma desde la entrada y apeteció la cena. Se sentó a la mesa y elogió la penumbra romántica que el destello de las velas creaba. La mancha en la ropa pasó desapercibida. El equipo de audio dejaba que el silencio resaltara la melodía de los amantes.
Terminada la comida, llegó la charla. En el sofá grande de la sala no hubo debate ni exposiciones. El y ella querían lo mismo, un hijo no sería una sorpresa. Ambos dejaron que la emoción inunde sus ojos.
Y destaparon una botella para brindar. Un fino vino tinto, el favorito de ambos desde siempre. Las dos copas se llenaron entre besos y caricias. Los dos bebieron entre besos y caricias. El fuego aumentaba a medida que la botella se vaciaba. Y entre besos y caricias estalló el cristal contra el suelo. Ella se quedó sin copa, pero apenas hizo una mueca, nada más. El ni siquiera eso. Bastaba con ir a buscar otra copa a la cocina y terminar el vino que quedaba. Ella lo detuvo. Encendida y emocionada lo tomó en un beso apasionado.
El sonrió. Bebió otro sorbo de su copa y le dijo “Te traigo una para vos, o ¿acaso pensás dejarme tomar solo?”.
Ella devolvió la sonrisa y le arrebató la copa de las manos. “No hace falta” le dijo meneando el recipiente.
El quedó inmóvil y su aliento se liberó en una sutil ráfaga. “Te voy a buscar una copa, no hace falta compartir el vaso”
Entre la euforia y el alcohol, ella siguió el juego divertida “Mejor no… Uso tu copa, así conozco tus secretos”. Y río.
El frunció el seño en una mirada desafiante y altiva.
Rara vez peleaban. Bastaba con que ella reordenara alguna idea salida de su boca para que él guardara silencio. En cuanto el enojo se hacía presente, él apuraba a pacificar a su mujer con gestos de comprensión y entrega. Algunas veces ella entendía sus errores y se sentía bastante culpable. Otras ella aceptaba las disculpas y la culpa era menor. Sea como sea, él moldeaba su temperamento en lo que, según él mismo decía, era una forma de ser feliz y hacer feliz a un tiempo.
Claro, tenían problemas, como todos. Pero no entre ellos, él procuraba que eso sea un cristal indemne. “La vida misma pone escollos como para tener que ponerlos nosotros” repetía él. Y ella se sentía amparada en un sabio protector. Entonces, cuando alguna cuenta apremiaba, o algo se rompía, o un inconveniente surgía; él tomaba asunto por asunto y los resolvía serenamente antes de que ella pueda tomar conciencia de crisis.
Aquella noche especial ella planeó una cena distinta, y compró una botella de fino vino tinto. Dado que el azar no los había sorprendido; y a pesar de haber comentado el tema mil veces; la charla de esa noche podría ser la decisión voluntaria y estudiada de convertirse en padres.
Ella estaba tan ansiosa que tropezó con ella misma un par de veces: El pollo se doró más de lo debido, dejando toda la casa con olor. En su afán de crear el marco perfecto manchó con cera el mantel y su propia ropa al prender las velas de la mesa del comedor. Y aquel CD romántico y perfecto, increíblemente para su cuidado, no estaba en su correspondiente caja.
El tuvo un día agotador en el trabajo. Apenas cruzó el umbral del hogar, sonrió. Ella lo besó y exhaló algo de fastidio. El sintió el aroma desde la entrada y apeteció la cena. Se sentó a la mesa y elogió la penumbra romántica que el destello de las velas creaba. La mancha en la ropa pasó desapercibida. El equipo de audio dejaba que el silencio resaltara la melodía de los amantes.
Terminada la comida, llegó la charla. En el sofá grande de la sala no hubo debate ni exposiciones. El y ella querían lo mismo, un hijo no sería una sorpresa. Ambos dejaron que la emoción inunde sus ojos.
Y destaparon una botella para brindar. Un fino vino tinto, el favorito de ambos desde siempre. Las dos copas se llenaron entre besos y caricias. Los dos bebieron entre besos y caricias. El fuego aumentaba a medida que la botella se vaciaba. Y entre besos y caricias estalló el cristal contra el suelo. Ella se quedó sin copa, pero apenas hizo una mueca, nada más. El ni siquiera eso. Bastaba con ir a buscar otra copa a la cocina y terminar el vino que quedaba. Ella lo detuvo. Encendida y emocionada lo tomó en un beso apasionado.
El sonrió. Bebió otro sorbo de su copa y le dijo “Te traigo una para vos, o ¿acaso pensás dejarme tomar solo?”.
Ella devolvió la sonrisa y le arrebató la copa de las manos. “No hace falta” le dijo meneando el recipiente.
El quedó inmóvil y su aliento se liberó en una sutil ráfaga. “Te voy a buscar una copa, no hace falta compartir el vaso”
Entre la euforia y el alcohol, ella siguió el juego divertida “Mejor no… Uso tu copa, así conozco tus secretos”. Y río.
El frunció el seño en una mirada desafiante y altiva.
Ella aceptó el desafío.
En cuanto sus labios tocaron la copa, la esencia más oculta de su amado le inundó la mente y el pecho.
El pánico mismo que ahogó su alma se volvió un grito que atravesó el silencio de la casa un instante antes de que el cuerpo sin vida se derrumbara.
Para cuando las velas se habían consumido él ya había escapado llevando un secreto más sobre sus hombros.
.
24 comentarios:
Me encantó!!!
Guauuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!
Primero,sentí que me conocías demasiado... ¬¬
Segundo,creí que la copa al estallar contra su cuello la había degollado... oO
Tercero y último,en las palabras finales de me atragantó algo en el medio del pecho... :(
Triste,muy triste!
(nunca se debe codiciar saber los secretos que el otro no desea compartir,podría ser más que fatal)
BECHOP :(
Que triste.. Que triste estas palabras..
besos..
No te haces una idea de lo que es leer esto mientras escucho lo nuevo de Nine Inch Nails, no sabes....
Creo que de todos tus posteos este es mi favorito.
la curiosidad mato al gato...
yo siempre lo digo, no toos son capaces de soportar la verdad, la realidad...
excelente.... me gusto un monton :)
beso!
Muy bueno, algo extenso para un blog, pero placentero de leer.
Saludos
me encantó, está genial!
parecía que iban a arreglar todos sus problemas esa noche..
pero más alla de que quería saber sus secretos, y tenía secretos importantes.. al querer tomar de su copa, q a el no le gustaba eso, me di cuenta que iba a terminar todo mal.. :P no se puede obligar a alguien a cambiar.. no se.. era como si él le hubiera desordenado todo el cajón..
exelente, me puso la piel de gallina, realmente atrapante.
Cuántos secretos se construyen y se guardan en esos vínculos! Cuántos!
Había una frase de Las pelotas que decía algo así como "¿Cuánto tiempo guardas un secreto?", o algo parecido.
Me gustó mucho, Sr.
Un saludo.
.
eMe
Me alegro.
Era la idea… o no.
GABU
Jajaja.
Ahora tengo la intriga de por qué parecía que hablara de usted.
Me alegro que le haya gustado.
(Y el “guuuaaaauuuu” fue genial)
Anastasia
Gracias por leer.
Más besos.
Cloe
No, no me do una idea. Voy a escuchar algo.
Que honor poder ser favorito.
Gracias.
una loca linda
Cierto, cierto, muy cierto.
Mejor guardar algunos misterios.
Lulis*~
Un gusto que le guste.
Otro beso
Cañete
¿Quién dice qué debe ser corto?
Menos aun si le pareció placentero, ¿no?.
Saludos y bienvenido.
deadly brunette
jajaja. Cierto, cierto. Ella podría haberse vuelto loca. Lo hizo, tal vez.
Un beso.
Alejandrito
Su piel de gallina es una gratificación para mi cuento.
Gracias.
emd
Un honor su lectura y su elogio, caballero.
(Yo me quedo con Divididos)
Un abrazo
Mandame el mail que usas para blogger a mi mail cecipetersen@gmail.com porque lo voy a cerrar momentáneamente a "para solo bloggers".. :P..
Cuánta verdad serás capaz de soportar?
Siempre se me viene esto a la mente antes de preguntar algo que no estoy segura de querer saber.
La respuesta siempre es la misma.
A veces el misterio es mejor.
Este post se lleva todos mis aplausos! clap clap clap clap (para que parezca más real.
Besotes!!
Qué va a ser extenso?!?!
Está Per Fec To.
Me encantó, me hizo acordar muchísimo a cuentos como la gallina degollada, o el almohadón de plumas de Quiroga. Los finales contundentes me fascinan...
Si lo escribiste vos, mis más sinceras felicitaciones.
Saludos!
Muy MUY genial.
=]
me mantuvo así, al borde del asiento.
*L
Que buen texto, como siempre con una redacción exquisita y una capacidad especial para poder hacer, que al leer te traslades al relato mismo, como parte de èl, y sientas cada uno de esos momentos, incluso esa angustia en el pecho.
Muy bueno Scar, como siempre y un placer leer estos textos.
Buen fin de semana, besos!
Es pec ta cu lar.
Lo has publicado?
.
Anastasia (R.) Beaverhausen
Ok. ¡Me parece perfecto!
(Uno deja la puerta abierta y se manda cualquiera)
Mentecatas.
Gracias por los aplausos.
Haría una reverencia, pero me duele la espalda.
Jajaj
Guille
¡Que falta de respeto al suya!
(Hacia Quiroga) (¿Cómo lo va a comparar conmigo!?!?)
Sí, lo escribí yo.
Gracias.
Laly en Lalyland
Gracias, gracias.
¡Hace tiempo que no andaba por acá!
SIL
¡Con gente comprometida con la prosa como usted como lectora, da gusto escribir!
¡Buen finde para usted también!
Némesis
No, aun estoy recopilando cuentos.
Y recopilando ideas.
Y juntando voluntad.
(Pero todo tiene Derechos de Autor) (¡OJO!)
Un beso.
Te aplaudo y de pie encima Mirá... bueno no podés verme pero no importa=p me encantó pablo!Grrr
Hasta la mitad del relato, esa historia es mi historia con mi ex. La misma dinámica, la misma estructura. Increible.
buenisimo
me encanto
un poco delay el mio para leerlo
perovlaio la pena
.
Cecilia Fernandez
Podría acostumbrarme a los aplusos… ¡y de pié!
Gracias por leer.
Pau
Bueno… ¿Y la otra mitad?
¡Me falta parte de la historia!
Un abrazo.
soy histerica y que ?
Me alegro que el haya gustado.
El delay está perdonado. Solo porque valió la pena.
no pretendía plagiarle nada, solo que estamos planeando una serie de publicaciones.
Tranquila, que nunca la he acusado de nada.
Pero es bueno ser precavido, ¿no?
¿Quiénes "estamos"?
¡Cuente, cuente!
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